El paseo desde el
Puente Ortiz hasta el Barrio de El Peñón,
propuesto por Hernando Guerrero Presidente del
Concejo de Cali por esa época (Informe de Labores de 1921), se terminó en 1943.
Y menos mal que después se
amplió hasta el puente de Santa Rosa pues “lo cierto es que [con
la reciente intervención en la Avenida Colombia] se modificó sustancialmente
[su] entorno tradicional […] y con ello se perdió el apego y el encanto que
abrigaban las relaciones de los transeúntes con el río” (Luz Betty Jiménez de Borrero y
Pablo A. Borrero V. Veedores).
Lo que quedó, en casi la mitad de la Avenida
Colombia, es un malecón sin
ciclovía y con bancas continuas por la mitad y a pleno sol, para unos peatones que sólo precisaban andenes amplios y arborizados, como se propuso aquí desde la Calle
Séptima (¿Ciudad? 18/05/1998)
y luego, en el Plan del Centro Global, desde antes de la Quinta. Además les taparon vista a La Ermita con una fila de grandes extractores con propaganda
a la manera de insólitos mogadores.
Su
difícil vigilancia y mantenimiento llevaran un deterioro peor que el de la
remodelación de la Avenida Sexta. Allí el olor del río ya “es insoportable”,
dice alguien preocupado por su mantenimiento (El País, 23/05/2013, B1).
A cargo de la Corporación para
la Recreación Popular, salta a la vista su ineficiencia, pues cualquiera puede
estacionar en el “bulevar” como ya ocurrió (El País, 25/05/2013, A3), y ya
intentaron robar 30Mts de cable eléctrico (El Tiempo, 04/06/2013, 14), y los
vecinos de los edificios aledaños ya se están quejando de que los carros de la
basura no pasan ni los buses de los colegios, ni se puede llegar en taxi ni en
carro (El País, 29/06/2013, A2).
El
túnel, por su parte, debería ser para el paso expedito de toda clase de vehículos
y no apenas uno lento para carros y motos; no tiene señalización suficiente (Gustavo
Escobar, El País, 02/06/2913, B5), y debería tener un arcén para las emergencias
o al menos un andén mínimo para no tener que salir caminando en medio de los
carros, y las salidas de evacuación deberían estar al costado derecho. No se
dejó tránsito arriba, por si se inunda o hay accidentes o varadas, y el Centro de
la ciudad quedó sin acceso desde ese costado, contribuyendo a su deterioro. Finalmente
(por ahora) las losas por donde transita el MIO ya se dañaron (El Tiempo,
25/02/2014) y tocó repararlas.
Por eso los $61.000.000.000.oo que van gastados
son una burla a los
contribuyentes, a los que deben la explicación de por qué va costando el triple
de lo presupuestado. Además se cobrará la (des) valorización predial a unos
edificios que tuvieron que ser medio abandonados por más de dos años que duró
la construcción. Y la “animación” artificial del Parque de los Poetas,
organizada por la Alcaldía, con artesanos llevados de la Loma de la Cruz (El
País, 24/05/2013. p. B2), para vender la idea que “desde que se inauguró el bulevar,
la plazoleta renació” fue, claro, a
cuenta del erario.
Además la improvisación de todo el proyecto implicó un
mal manejo de los vestigios arqueológicos que se encontraron, amén de la
desaparición de dos largos muros de contención, uno de sillares de piedra y el
otro de canto rodado, y de setecientos metros de barandas y pérgolas originales
de esa Avenida Colombia que soñó un Guerrero pero que otro permitió que se
tornara una falacia. Los dos serán recordados pues del
sueño atravesado por un río que cantó el poeta Carranza, quedó fue una cicatriz
de lata. Parafraseando a José Saramago,
no es negativismo sino que los hechos lo son.
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