Poco antes del regreso de Mahoma a La Meca, en 630, el mensaje coránico cambió y ya se preocupaba mucho de la gestión de la ciudad y, así, eran textos políticos en el sentido de Aristóteles (Ahmed Djebbar, Historia de la ciencia en los países del islam, 2001, p. 33). Además, no se pretendía una ciudad islámica sino multiconfesional; el Estado concebido por Mahoma era teocrático pero de un nuevo tipo destinado a acoger ciudadanos de creencias diferentes al islam; unas estructuras políticas y administrativas que se definieron con mayor precisión durante el periodo omeya (pp. 35-37), y se prolongarían al Califato de Córdoba hasta 1031, y hasta 1492 con el Reino nazarí de Granada. Se trata principalmente de una civilización urbana y lo que se conoce de ella acentúa este aspecto pues la gente que escribió era citadina y se dirigía a otros citadinos, y poco le interesaban las provincias. Basta con recordar la importancia de ciudades como Damasco, Bagdad, Kairuán, Córdoba y Grana