La palabra no aparece en el DRAE, pero tal parece que en el DAGMA
en lugar de ayudar a los arboles a su arborecer (del latín arborescĕre), hacerse árbol, prefieren ser arboricidas (de arbori-
y -cida), es decir, los eliminan. Como últimamente los del Parque de El Peñón y
el del patio de La Merced, ahora plaza, aduciendo que estaban enfermos y representaban
un peligro para los transeúntes.
El DAGMA cuenta con el “Manual de arborización urbana”, una
práctica guía para la selección, siembra, cuidado y protección de árboles y palmas
para zonas blandas y parques de Cali, del biólogo y entomólogo Germán Escobar
Berón, pero es como si no la usaran, pues la pregunta es, entonces ¿por qué no
trataron de curarlos y evitar con una valla provisional que la gente circulara
por debajo de ellos?
Como tituló una de sus obras el dramaturgo español Alejandro
Casona (1903-1965) “Los árboles mueren de pie”. Y en el peor de los casos, cuando
sin remedio hay que talarlos, que al menos ya se tenga listo su
reemplazo, y cuidarlo; no como en el parque mencionado, en el que los cuatro
que sembraron llevan secos varias semanas, como si estuvieran esperando a que
la gente se olvide de los que había.
Es evidente la carencia de conocimiento y sensibilidad en esta
ciudad para identificar la belleza urbana, y muchos “ven” como bellos despropósitos
como la plazoleta de la caleñidad o el “bulevar” de latas con que se reemplazó
la Avenida Colombia en lugar de recuperar su carácter original de paseo con
grandes árboles (ya no los podrá tener), con amplios andenes y tránsito lento
de carros.
El hecho es que no se ve lo más hermoso de Cali: los arreboles del
cielo de muchas de sus tardes, sus cerros, sus ríos y su vegetación: sus bellos
árboles. La lectura del libro de la arquitecto paisajista Lyda Caldas de
Borrero, “La flora ornamental tropical y el espacio urbano”, 1979, debería ser
obligatoria para los todos los estudiantes caleños a fin de cultivar una sana
cultura al respecto.
Pero también para muchos funcionarios de la Administración
Municipal (incluyendo al Alcalde que en su primera vez quiso talar una ceiba en
la Avenida Segunda Norte) pues los árboles son una parte muy importante de
nuestro mundo. Ofrecen una amplia variedad de beneficios al medio ambiente y
proveen una inmensa belleza, especialmente en el trópico donde la vegetación es
perene, abundante y muy bella: de todos los colores, como dijo el poeta Aurelio
Arturo.
Pero, como advierte la Sociedad Internacional de Arboricultura,
todo árbol tiene el potencial de caerse y aun cuando solo unos pocos lo hacen
sobre algo o alguien, pueden ser peligrosos al caer sus ramas o la totalidad, y
lesionar personas o dañar propiedades, y es responsabilidad del dueño velar por
la seguridad de los de su propiedad (http://www.isahispana.com/treecare/resources/hazards.pdf.).
Por eso el mantenimiento regular de estas plantas perennes, de
tronco leñoso y elevado, que se ramifican a cierta altura del suelo, ayudaría a
identificar a aquellos árboles que son un riesgo y el grado de este, cosa que
al parecer el DGMA no realiza satisfactoriamente con los muchos que están en el
espacio urbano público de la ciudad. ¿Falta de presupuesto? Para no hablar de
las abandonadas e invadidas cuencas de sus ríos, que ya son (i)responsabilidad
de la CVC.
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