Titular una columna de opinión “El Bulevar de la Avenida Colombia”
(A. L. Mera El País, 11/06/2013), es
preocupante, en la medida de que es la creencia de muchos, por las falsas expectativas que
induce al carecer de las precisiones que provienen de un saber especifico como
lo es el del diseño urbano. El juicio
que un columnista debe formarse de algo evidentemente cuestionable, se confunde con vaguedades
como “combinar la sobriedad con el espacio y la estética”, o ilusiones como
“asomarse a un río con agua y enmarcado de guaduales y árboles”.
Ni
siquiera se lo nombra correctamente, pues hablar de bulevar
(que es el paseo central arbolado de una avenida)
seguido de avenida (una vía ancha, a veces con árboles a los lados) es, más que un simple pleonasmo (redundancia viciosa de palabras), una sinrazón (fuera de lo razonable o debido). Precisamente en ese trayecto de la Avenida Colombia se eliminó su carácter de avenida pero tampoco quedó un bulevar y ni
siquiera un recorrido peatonal central. De ahí que hayan ensayado todos los
nombres menos el único que le acierta: malecón.
Originalmente
la Avenida Colombia fue concebida como un paseo (lugar público para caminar por
distracción o ejercicio) a los dos lados de una vía (calzada
construida para la circulación rodada) pero con el tiempo sus dos calzadas (esa
parte de la calle comprendida entre dos aceras) se pusieron en el mismo
sentido, eliminando su pequeño separador central, disminuyendo así su carácter
de paseo y aumentando su nuevo papel de vía arteria de la ciudad (con
prelación de circulación, como la define el CNTT).
Por
lo anterior fue que en el Plan del Centro Global de hace unos años se propuso
recuperar su carácter de paseo sin afectar su realidad de importante vía
arteria de la ciudad. Para lo primero, bastaba con quitar un carril vehicular de
los cuatro que tenía, para ampliar y arborizar sus andenes existentes y, respecto
a lo segundo, hacer un paso inferior de tres carriles para aumentar su
capacidad vehicular a seis carriles, tres de ellos de circulación rápida y sin
paradas por más de 700 metros.
El paseo que soñó Hernando Guerrero,
Presidente del Concejo por esa época (Informe de
Labores de1921), el concejal y ahora Alcalde Rodrigo Guerrero permitió que 70 años después
de terminado se tornara una pesadilla. Al ampliar el
“túnel” a cuatro carriles complicó el entrecruzamiento de los vehículos en él,
y por eso pretenden ahora que sea de baja velocidad, e impidió arborizar de
verdad el “bulevar”, cuyo espacio central además se ocupó con grandes extractores-mogadores,
materas y bancas. Y no sobra insistir en que dejar el Centro sin entradas y
salidas vehiculares por ese costado provoca más deterioro e incomodidad.
No
ver estas “pequeñas” diferencias es en verdad una alteración en la percepción de la realidad recurrente en
Cali. Ciudad a la que se le quiere “cambiar” la cara con cada obra nueva o
incluso con la demolición “de algunos esperpentos como las salas de
cine cerradas”, al tiempo que se añoran los monumentos
desaparecidos por “manos criminales en aras a un progreso estúpido”, y
se aplauden “barandas ‘oxidadas’ [que] están a la altura de los grandes paseos
peatonales de Europa”, otra redundancia y que por
supuesto no existen allá en sus tradicionales avenidas, aunque
desde luego hay tonterías en todas partes.
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