Al contrario de los
que creen que hay que sacar a los vendedores callejeros de las calles del
Centro a como dé lugar, hay que pensar primero que son el trabajo para muchos y
que abastecen a otros tantos, y por lo tanto lo indicado es reubicarlos y
legalizarlos. Y no apenas por las razones socio económicas mencionadas sino porque
culturalmente recuerdan una vieja tradición de las ciudades coloniales
hispanoamericanas: la plaza. Tradición aún presente en el pueblo pero que las
élites que hace más de medio siglo abandonaron el centro histórico de la ciudad
y se fueron a los nuevos barrios que surgieron han olvidado, o quieren olvidar,
y hoy van a los “malls” no a la plaza.
“En su espacio vacío las miradas se cruzaban, encontraban y concentraban.
Sus usos múltiples y heterogéneos eran abigarrados en los días de fiesta y de
mercado cuando se intercambian mercancías e informaciones al confluir todos los
ciudadanos en una gran "visita colectiva" como filosóficamente la
llama Edgar Vásquez (Historia del
desarrollo urbano en Cali, 1980). Encuentro ciudadano que cuando las plazas
se convirtieron en parques se desplazó a las calles aledañas, ocupando sus
estrechos andenes y por eso mismo parte de las calzadas, que es lo que en
realidad molesta al entorpecer la circulación de peatones y carros.
Molestias que junto con la basura, el robo de energía y el ruido
se solucionaría poniendo orden a la ocupación del espacio urbano público. Pero
primero hay que contar con este, lo que se podría lograr fácilmente si se
regularizaran los carriles de las calles, agilizando la circulación, para
reutilizar toda el área sobrante para ampliar y arborizar los andenes, los que
en algunas partes serían suficiente anchos para permitir vendedores, y además
en plazoletas en tantos lotes desocupados o utilizados como parqueaderos, como
hace años lo propuso el arquitecto Oscar Mendoza y se ha repetido en esta
columna.
Algunas de estas plazoletas podrían estar debajo de construcciones
para locales comerciales y tener en sus sótanos parqueaderos públicos. Lo
importante es que los vendedores queden a nivel del andén y no cometer el error
de lo que se hiso en la Cr 10ª, y que los sitios estén claramente delimitados y
alquilados con un arrendamiento asequible a los vendedores, y que haya baños
públicos y servicio de energía y agua. Serían algo similar a las plazas de
mercado que reemplazaron a inicios del siglo XX el mercado al aire libre en la
plaza, pero más pequeñas, como la del Calvario en Cali victima también de las
demoliciones “panamericanas” de mediados del siglo.
Es el sino de esta ciudad, que como cualquier adolescente que crece
muy rápido pronto ya no le sirve la ropa pero además quiere que la nueva este a
la moda y sea de marca sin importar si esta es falsa pero que se vea. Desde
luego la diferencia entre cambiar de moda en la vestimenta según las
estaciones, y cambiar la imagen de la ciudad sin importar que precisamente no
las tiene, es económica y socialmente enorme y sus implicaciones culturales aún
más si se considera que sencillamente no se las ve o, peor, no se las quiere
ver y no se entiende que los que tienen que salir del Centro son los carros no
los vendedores.
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