En la parte más alta
de Miraflores, San Fernando y San Cayetano, confluyen siete calles generando
sus siete esquinas, más una peatonal o sea que son en realidad ocho, con lo que
comienza su semejanza con Cali. Aquí nada se cuenta de verdad, comenzando por
sus habitantes que son muchos más de los que señala el censo que no cuenta como
caleños a los que viven en Cali pero en zonas que corresponden a otros
municipios. Y no es claro si Sietesquinas es producto de la ciudad espontánea
en que se convirtió esta hace medio siglo, o de un L'Enfant local con nostalgia de
Washington.
Todas las calles que llegan a
Sietesquinas son calzadas angostas con andenes estrechos e irregulares o sin
ellos, y la capacidad de sus calzadas es apenas de dos carriles, pero todas son
de doble sentido y no hay espacio para siquiera una mínima glorieta y todas
tienen demarcado un “pare”, mal ubicado además, y además la gente se estaciona
a ambos lados incluso sobre los “pares”, y los taxistas lo hacen en medio del
cruce, o simplemente se detiene en el para intercambiar chismes e información
pues el sitio se ha convertido en paradero de taxis.
Como en cualquier cruce de caminos, en
Sieteesquinas brotó el comercio, informal desde luego, o que se adueña de las
calles, como un supermercado que se ha apropiado de media calle para descargar
sus camiones. No hay espacio para estacionar y los vendedores callejeros por
supuesto se “ubican” en las calzadas. Como en el Centro, en donde pretenden
iluminar sus Monumentos pasando por alto que por la noche no se puede caminar
por allí y ni siquiera pasar en carro pues las cierran “por seguridad” mientras
que en Sietesquinas, como en tantas partes de Cali, la luz brilla por su
ausencia.
Cruzar por Sietesquinas no deja de ser
emociónate, siempre al borde de una estrellada, un frenazo o al menos un
“madrazo” pues en Cali no existe la norma norteamericana de que el que llega
primero tiene la vía, ni allí sería posible pues varias de las calles llegan de
repente después de una pendiente subida, pero tampoco la europea de que la
tiene el que llega por la derecha. Allí, como en Cali, la vía la tiene el más
atrevido; en los dos sentidos de la palabra: el atarván o el lanzado.
En consecuencia es imposible mirar los
bellos paisajes que Sietesquinas tiene a todos lados. Como pasa en muchas
partes de Cali donde los edificios tapan los cerros y la cordillera, o unos a
otros las vistas desde el piedemonte al valle del río Cauca. Ni siquiera los
pueden admirar los peatones pues varias de las calles no tienen andenes y se
ven obligados a circular por las calzadas junto con los carros mirando como
esquivarlos o para no caer en los huecos. Como en tantas partes de Cali ante la
inexistencia de andenes adecuados.
Y la arquitectura anodina de
Sietesquinas, que ignora normas, clima, relieve, contexto y paisajes, mas caleña no podría
ser. Pero ha convertido ese sitio que debió ser bello en un lugar feo pero
animado de verdad no como un “moll”.
Un tema de estudio al que habría que llevar a los estudiantes de arquitectura y
a muchos funcionarios para que lo conozcan, pues si casualmente han pasado por
allí no lo habrán podido ver. Sietesquinas es Cali resumida, incluyendo una
amplia zona verde a la que no se puede entrar pese a ser del Municipio; como es
el caso de los antiguos ejidos de la ciudad.
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