La manida sentencia, entendida
como un llamado a la constancia, es claramente pertinente en el caso de la
elección del nuevo alcalde de Cali. Es preferible perder votando en blanco que
perder votando por el menos malo en contra de otro candidato considerado peor,
pero por el que muchos van a votar, mas no la mayoría, pero suficientes para ganar.
El voto en blanco, por lo contrario, es una oportunidad para la protesta
ciudadana y abre otras nuevas posibilidades.
A los que no votan, que
históricamente sí son la mayoría, aparentemente no les importa en que se
invierten sus impuestos o si se los roban. Pero sí que se quejan cuando los
servicios, las obras públicas o el tránsito no funcionan. Deberían entender que
votar en blanco es la “madre” de todas las protestas, y que si no hay por quien votar siempre habrá por qué: la ciudad. ¿Pero
será que esta tampoco les importa como para votar en blanco en lugar de
abstenerse de hacerlo?
En este sentido debería ser significativo en Cali que según la
actual voluntad de voto, sea tanto en Medellín como en Bucaramanga donde el
voto en blanco vaya punteando y notoriamente, y aunque es probable que al final
no gane, las cosas en esas ciudades comenzaran a cambiar aún más, pues ese voto
en blanco es un voto urbano y de opinión que ayuda a educar ciudadanos
conscientes más responsables y menos clientelistas; y sobre todo menos apáticos
con sus ciudades.
Por eso, si sí hay por quien votar pero se trata de un total
desconocido por el que la gente común no votará, el voto en blanco cambiaría
esa situación franqueándole una posibilidad si sabe esperar y primero se suma al
voto en blanco. Pero si definitivamente no hay por quien votar, es totalmente irresponsable
dejar que otros, que no son la mayoría, decidan, y en lugar de abstenerse hay
que igualmente votar en blanco. Es una protesta y ayuda a que a la larga pierdan
los politiqueros corruptos y ganen los ciudadanos.
Si los votos en blanco son la
mayoría se deberá repetir por una sola vez la votación, como ya pasó en Bello,
Antioquia, la última vez, procedimiento que ya está conocidamente reglamentado
en el país . En
elecciones unipersonales, como son las de alcaldes y gobernadores, no podrán
presentarse los mismos candidatos, y en las de Corporaciones Públicas no podrán
hacerlo las listas que no hayan alcanzado el umbral.
Además el voto en blanco no
sólo abre la posibilidad de que surjan mejores candidatos que previamente no
tenían opción por no ser ni políticos ni conocidos, sino que los nuevos
candidatos podrían sumar electores como si se tratara de una segunda vuelta, la
que ya ha sido propuesta para las elecciones de alcaldes y gobernadores,
evitando que estos sean elegidos por una minoría de los ciudadanos como pasa
actualmente, tan baja que deslegitima la democracia.
Sin
embargo, si los nuevos candidatos son igual de malos ya no se podrá salir igualmente
de ellos, y aunque sin duda el efecto benéfico de haber votado blanco se
sentiría en las siguientes elecciones, toca, ahí sí, abstenerse de votar para
por lo menos deslegitimar la elección del menos malo, señalándolo desde el
inicio y originando un fuerte control ciudadano sobre él. Y como la constancia
vence lo que la dicha no alcanza, la ciudad sin duda comenzaría a ganar.
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