Las ciudades se
originan en asentamientos seguros para poder intercambiar mercancías, saberes,
entretenimientos, historias e ideas, que se lleva a cabo en sus centros cuando
crecen, principalmente en sus mercados. En nuestras ciudades y pueblos
tradicionales esta vida urbana se
concentra en su plaza principal, luego en las plazas de mercado y finalmente en
mercados como la Galería del Calvario en Cali, todos estos espacios públicos.
Pero
aun cuando subsisten en muchos sitios en Colombia, cada vez más son
reemplazados por supermercados, centros comerciales o grotescos hangares, todos
privados. Más los centros de las ciudades, aun deteriorados, inseguros y
abandonados por las clases altas, como el de Cali, siguen incólumes, animados e
imprescindibles pues son los únicos espacios urbanos usados por todos los
ciudadanos, lo que es muy importante para una verdadera democracia.
Sin embargo la gente va cada vez más a
los centros comerciales pues hay donde estacionar y sobre todo donde caminar
con placer y seguridad. De ahí que sea una buena noticia el anuncio de varios
parqueaderos públicos subterráneos en Cali, algunos propuestos hace años (Los “parqueaderos” del
centro, El País, 10/02/2005) y
recogidos en el Plan del Centro Global, como los de la Plaza de San Francisco y
el Parque de los Poetas, torpemente no incluido en la obra (que no
“hundimiento”) de la Avenida Colombia (Por una ciudad-ciudad,
El País, 28/08/2003).
Sólo falta que se amplíen los andenes,
como se ha reiterado hasta el cansancio en la columna ¿Ciudad? de El País, para
que oficinas, almacenes y, sobretodo, la vivienda, no sigan abandonando el
Centro. Si saliendo de los parqueaderos no hay por donde caminar con facilidad,
confort, placer y seguridad, es poco lo que se habrá logrado, pues la
vergonzosa realidad es que ahora no hay por dónde hacerlo como sería de esperar
en una ciudad que se precie de tal.
En
otras palabras, la regulación de las calzadas de las calles del Centro que
llevan y salen de los parqueaderos propuestos, hoy de toda una gama de anchos, usando el espacio sobrante
para ampliar los andenes, debería estar incluido en el diseño de los parqueaderos
propuestos. Igualmente habría que relocalizar, en donde se recupere más espacio
para los peatones, a los vendedores informales, legalizando su trabajo pero
conservando la animación que producen.
Y
desde luego habría que incluir en primer lugar el estacionamiento debajo de las
calles que rodean la Plaza de Caicedo, el más importante de todos por su
localización central. Serviría a varios edificios que allí cerca carecen de garajes, y, “si Dios quiere”, permitiría
hacer el atrio que perdió la Catedral, hoy vergonzosamente ocupado por carros,
pues ni siquiera han sido capaces de hacer al menos un amplio “paso pompeyano”
también ya propuesto.
Por último, hay que
recordarle a las Autoridades Municipales que esos diseños deben ser concursos
públicos de arquitectura, como lo reglamenta la Ley 80 de 1993 para la selección de consultores de
diseño, planos, anteproyectos y proyectos arquitectónicos,
y no asignados a dedo por los contratistas que liciten las obras, usando
estratagemas auspiciadas por la Administración o las nefastas APP. Con los
puentes “torcidos” y la Avenida Colombia ya deberíamos escarmentar.
Comentarios
Publicar un comentario