Primer lunes: llega un carro con chófer, contratista y ayudantes;
el chófer mira, un ayudante pone la pata en la pared y mira, el otro ayuda
templando el hilo y el responsable traza en el asfalto de cualquier manera por
donde hay que cortar. Media hora y se van.
Segundo
lunes: llega otro carro con chófer, otro contratista y otros
ayudantes; el chófer mira, los ayudantes ponen la pata en la pared y
miran, el contratista rompe el asfalto por donde está marcada la línea, hace
mucho ruido y los vecinos se asoman. Poco más de media hora y se van. Los
vecinos van a la obra y se quejan por el ruido y el polvo.
Tercer
lunes: llega otro carro con chófer, otro contratista y otros
ayudantes; el chófer mira, los ayudantes excavan y el contratista mira
pero no pone la pata en la pared. Después de una hora se van dejando la calle
semi bloqueada con varios montones de tierra. Los carros pitan, los vecinos se
asoman, van a la obra y amenazan con abogado. Los constructores llaman a los
del seguro y se les muestra a los vecinos el acta de vecindad con fotos y
firmas.
Cuarto
lunes: llega otro carro con chófer, y otro contratista pero sin ayudantes; el chófer mira, y el contratista
conecta los tubos de PVC. Termina pronto pero se queda conversando con los
obreros de la obra, que dejan de trabajar y ponen la pata en la pared, los
vecinos se animan y bajan a conversar. Los dueños de la obra llegan y dicen que
los vecinos se deben quejar es a EMCALI, y la arquitecta encargada de la obra
hace retirar la tierra pues la calle está totalmente bloqueada pues todos se
estacionaron al otro costado de donde está el hueco. Los carros pitan.
Siguiente
domingo, pues el quinto lunes es 24 de diciembre: llega otro carro con chófer,
otro contratista y otros ayudantes; el chófer mira, los ayudantes
bajan la “rana” y el contratista apisona
la tierra, pero se queda sin gasolina. El carro y un ayudante van por gasolina
y el dueño de la obra les trae gaseosas frías al contratista y al ayudante que
se quedó. Comenta que la “rana” no hace tanto ruido como el martillo de aire
comprimido. La arquitecta encargada de la obra no aparece pues es domingo, pero
el arquitecto proyectista que pasaba por ahí “casualmente” les dice que el
trabajo está mal pues hay que apisonar por capas, pero lo miran feo y se va.
Sexto
lunes: llegan dos carros, cada uno con su respectivo chófer, claro, pero un
solo contratista y ayudantes. Nadie pone
la pata en la pared todos trabajan y reparchean rápido el hueco y se van...
Pero, como se sabe, del afán no queda sino el cansancio y en este caso agua:
¡rompieron el tubo! Vuelve y juega pero los medios nos piden que comencemos el
año con optimismo. ¿Y porque no? Nadie pone la pata en la pared, ni se queja,
los carros no pitan, los abogados no aparecieron, y que importa que se bote
agua potable a la calle si de todas maneras ya se anunció su racionamiento en
los diferentes barrios de la ciudad, pues como está lloviendo mucho, con inundaciones
y todo otra vez, no se la puede procesar por su turbulencia.
Por lo pronto nadie sabe cuándo se
terminará esta sencilla conexión. Y no se puede esperar con la pata en la pared
pues la casa ya estará blanqueada. Si se
tuvo paciencia por mes y medio que es esperar otro mes y medio si mucho; eso
sí, un lunes.
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