La
arquitectura la enseñan cada vez más profesores teóricos, lo que está
bien, pero no también practicantes de la
arquitectura, lo que está mal. Y en el
taller de proyectos, en el que debe se debe sintetizar todo, se insiste en
(supuestamente) hacer proyectos en lugar de practicar ejercicios, pero ni
siquiera se simulan clientes, promotores, presupuestos y normas, y se realiza
apenas uno por semestre, o sea que se practica muy poco. Cada vez hay menos profesores
que ejerzan independientemente el oficio y más escuelas, y ya no hay
suficientes arquitectos importantes que enseñen, como antes, y toca
concentrarse en el estudio sistemático de las obras más relevantes y
pertinentes para cada ciudad, como es notoriamente el caso de Hispanoamérica.
Pero
pretender analizar un edificio sin vivirlo o siquiera conocerlo, como se suele
hacer en las escuelas de arquitectura, es por lo menos incompleto. Y por eso hay que primero conocer ciudades, al
menos un par al semestre: La Habana, Cartagena, Portobelo, Puerto Cabello, Mompox, Santa Fe de Antioquia, Barichara,
Bogotá, Popayán, Quito,
Panamá, Buenaventura. Brasilia, Paris, Barcelona y Berlín; y la Alhambra y Santa Fe…y Nueva York
y Caracas y Bogotá. Y principiar por la propia, que suelen ser tan desconocidas.
Así se entenderá eso de clima, paisaje y tradición, de que hablaba Le Corbusier
(Oeuvre complete 1938-46, 1955), y que en los Andes hay que agregar lo de
la topografía, tan definitiva en sus ciudades recostadas a altas
cordilleras.
La Habana, Cartagena, Portobelo
y Puerto Cabello, ciudades fortificadas, muy posteriores a las europeas,
muestran como fueron las ciudades coloniales
de los siglos XVII y XVIII en el Caribe. Mientras Mompox, Santa Fe de
Antioquia, Barichara, Popayán o Quito, ilustran las ciudades de manzanas cerradas y casas de
patios del Siglo XIX en el interior de los Andes; y Panamá, Buenaventura o
Guayaquil como son las del Pacifico. En Paris y en el Ensanche de Barcelona se
pueden ver las reformas urbanas de finales del siglo XIX e inicios del XX, y
Brasilia es la única ciudad de verdad moderna. Y en Berlín la primera Interbau, IBA, (1957) se inspira en la arquitectura y urbanismo modernos,
mientras la segunda (1979-1987) vuelve a lo tradicional, además de mostrar la
importancia de un gran parque central, como el de Nueva York o el de Caracas o
el de Bogotá.
Finalmente, de Granada
y su Alhambra en lo alto, y de la “bastida” (construcción reciente) de Santa
Fe, el campamento militar levantado por orden la Reina Isabel la Católica en
1482 cerca de la ciudad sitiada, viene casi toda la tradición de las villas
coloniales de lo que fue la Gran Colombia, de cuya arquitectura y urbanismo
tanto hay que aprender. Y no solo por su sostenibilidad, contextaulidad y
facilidad de crecimiento, hasta volverse ciudades, basado en calles ortogonales
que limitan manzanas cerradas con casas entre medianeras, de medios patios y
solares, de las que Brasilia es, a otra escala, la antitesis con sus “súper
cuadras” y edificios exentos. Ciudades tradicionales que se adecuaron a
diferentes climas, topografías y paisajes, generando una tradición, que se
abandonó por el afán de ser “modernos”.
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