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El lío de la arquitectura. 05.04.2014

  En Colombia son varias las disyuntivas que conforman el lío de la arquitectura actual y en consecuencia el lío de su enseñanza. Algunas ya han sido presentadas y analizadas antes en Torre de Babel, Bogotá 10/02/2014, y en Caliescribe.com, Cali 15/02/2014, y,  22/02/2014, y en la columna ¿Ciudad? de El País, de Cali, desde el 2000.
                                                                                                                                                                       Ciudad, espacios urbanos y edificios son los asuntos de la arquitectura, pero los arquitectos ahora apenas se ocupan principalmente del diseño de la vivienda, y como si esta no conformara espacios urbanos y finalmente ciudades. Comunicación vs. autismo, espacio vs. volumen, monumento vs. no monumento, espectáculo vs. discreción, arte vs. técnica, política vs. polis, aprendizaje vs. enseñanza y finalmente, representación vs. dibujo, son algunas de las disyuntivas en las que poco se reflexiona.
                                                                                                                                                                      El lío de la arquitectura es que no es para los arquitectos, sino “su” solución, ahora profesional, para los edificios y primero que todo para las ciudades. Es proyectar su patrimonio futuro. Y el lío de la enseñanza actual es que enseñan cada vez más solo teóricos y no también maestros.  Y en el taller se insiste en (supuestamente) hacer proyectos en lugar de ejercicios, y que en estos no se simulan clientes, presupuestos ni normas, y se realiza apenas uno por semestre.
                                                                                                                                                                      Igual que Nietzsche, quien pensaba que antes de hablar de arte se debe intentar crear una obra de arte (Citado por O. Pamuk: El novelista ingenuo y el sentimental, 2010, p.142). Se puede decir que antes de hablar de arquitectura habría que haber hecho arquitectura, aunque cabe afirmar que analizar a fondo cómo se hace un proyecto y de donde viene y para donde va y como ha sido su comportamiento a lo largo de los años y su repercusión en sus diferentes usuarios, sería equivalente, o incluso mejor, que intentar hacer uno.
                                                                                                                                                                      Por eso decía Rogelio Salmona que no se puede aprender arquitectura en las escuelas sino con maestros (con Le Corbusier por ejemplo). Pero como cada vez hay menos maestros y más escuelas ya no es posible tener uno por cada taller como hace medio siglo, y toca concentrarse en el estudio sistemático de los arquitectos y obras más relevantes y pertinentes. Precisamente toda una lección de urbanismo y arquitectura que estudia la profesora Tatiana Urrea en su curso de la Universidad de los Andes de Bogotá.

    Ver es percibir los objetos mediante la acción de la luz. También es percibirlos  con otros sentidos. Es observar con la inteligencia, considerar algo. Reconocerlo con cuidado y atención, leyéndolo o examinándolo. Pero la luz, la penumbra y las sombras, la lluvia, la frescura y el paso del viento, el silencio, la privacidad, y el recogimiento, el confort, el placer y la emoción, no se pueden mostrar en planos ni con fotografías, pues cambian con el paso de las horas, y además no sólo se ven si no que se sienten, huelen y oyen, incluso en la oscuridad de un recinto cualquiera en el que nunca es total a menos de que sea una tumba.

    Por eso toca describir con palabras la arquitectura propuesta en los ejercicios en el taller, o los levantamientos y visitas de ejemplos paradigmáticos. Hay que aprender a analizar edificios antes de intentar proyectarlos, y hablar con propiedad de la arquitectura en general desde sus arquetipos para encontrar una voz  propia a partir de la propia antigüedad, geográfica e histórica, como los grandes arquitectos (J. S. Ackerman, Palladio, 1966), y no en las revistas y bienales de la moda arquitectónica.

      El análisis de un edificio hay que hacerlo enfrente del mismo, como el de una obra de arte. Al fin y al cabo, la del arte es la única historia que se hace enfrente del hecho mismo (G. C. Argan: La Historia del Arte como Historia de la Ciudad, 1983). Pretender analizar un edificio sin vivirlo o ni siquiera conocerlo, como se suele hacer en las escuelas de arquitectura, es por lo menos incompleto, por decir lo menos.

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