Si bien las formas son las que primero emocionan en la arquitectura, pues la vista periférica es la más importante en el sistema perceptivo, nos sentimos forasteros ante los escenarios contemporáneos en los que se elimina la percepción que se tiene de ellos, pues además de la visión, intervienen sonidos y olores, y los tres son una prolongación del tacto. Como dijo George Berkeley, el célebre filósofo irlandés, ya en el siglo XVIII, “la vista necesita de la ayuda del tacto, que proporciona sensaciones de solidez, resistencia y protuberancia; separada del tacto, la vista no podría tener idea alguna de distancia, exterioridad o profundidad, ni, por consiguiente, del espacio o del cuerpo”, lo que es evidente. Son las diferentes intensidades de los sonidos las que producen emociones en los edificios y espacios urbanos. Se oyen silencios, murmullos y ecos producidos por el agua, el viento, la lluvia, los pájaros, las pisadas y las voces. Por lo tanto el control rela