Primero fueron las pocas y sencillas construcciones rurales y luego las ciudades, requeridas hace unos diez mil años por la nueva agricultura; luego arquitectura y ciudad fueron inseparables hasta que en el siglo XX los separó la arquitectura moderna, y programas distintos en las nuevas universidades; y más tarde surgió el paisajismo y el diseño del amoblamiento urbano, que siempre habían estado implícitos en las ciudades desde el inicio. Ya en el silgo XXI no hay nuevas ciudades en el mundo, como Brasilia, pero muchas de las que existen se transforman mucho y rápidamente, y hay que planificar su crecimiento unificando de nuevo su urbanismo, arquitectura, paisajismo y diseño.
Aunque primero fueron las construcciones sencillas y luego las ciudades, no cabe duda de que estas las transformaron en sendos edificios, más complejos en cuanto su emplazamiento, uso, construcción y estética, de los que escribió Vitruvius y no solamente de los tres últimos, como se repite (utilitas, firmitas y venustas), pero también en su proyecto, consolidando el oficio de la arquitectura y su tradicional carácter urbano. Y la arquitectura, al incluir antes el diseño de jardines, alamedas, bulevares, parques y sus muebles, lleva a pensar que lo que la diferenciaría del urbanismo no es tanto el objeto de diseño sino su tipo: el proyecto, que suele ser más complejo que el sólo diseño.
Así, arquitectura y ciudad fueron inseparables por siglos, al punto de que los edificios en el campo, ya sean castillos o palacios en Europa, o casas de hacienda, tanto allá como en Iberoamérica, siempre presentan un mínimo carácter urbano, ya que ninguna es simplemente una vivienda unifamiliar, y muchísimo menos lo es un palacio o un castillo. De hecho, mientras que los edificios se proyectaban, las ciudades sólo se construían siguiendo una pauta local, y habría que esperar a que para las del Nuevo Mundo se planificaran con un trazado en damero, utilizado desde la antigüedad para campamentos militares y asentamientos de colonización, o durante la construcción de las pirámides.
Finalmente, durante el siglo XX al urbanismo y la ciudad los separó la vulgarización de la arquitectura moderna, acompañada de un urbanismo moderno concentrado en los automóviles más que en las áreas libres y sus muebles, y en la nefasta zonificación de las ciudades según usos exclusivos del suelo, determinados por normativas ad hoc que suelen desconocer las respectivas tradiciones, las que además estaban en un rápido proceso de transformación. Es paradójico que cuando en las ciudades se junta casi todo, los oficios que juntos las planifican, proyectan y diseñan -urbanismo, arquitectura, paisajismo, diseño- se separen, con resultados negativos como se puede comprobar en tantas partes.
Pero fue sólo mucho más tarde que surgió el paisajismo ya como una profesión que pretendía ser más que la jardinería de antes, olvidando a André Le Nôtre, e independiente del urbanismo, la arquitectura y el diseño, a los que se ha ido sumando mas no incorporando, lo que es perentorio, comenzando por hacerlo en los programas respectivos en las universidades. Serían teorías separadas que se juntan en una única práctica: el taller de proyectos, evaluado por todos los docentes y no por un único profesor que no puede evitar comportarse como un cliente caprichoso y desconocedor de dichos temas, como suelen ser muchos ahora y no solamente los clientes sino también no pocos profesores.
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