El Jarillón ha
evitado las inundaciones, pero como señala el arquitecto Juan Marchant,
irresponsablemente se urbanizó en Aguablanca en terrenos blandos que se
inundaban, susceptibles de licuación y corrimiento lateral, y sin las normas de
sismo-resistencia requeridas. Como están por debajo del nivel medio del río,
aparecieron los canales de aguas servidas y gigantescas estaciones de bombeo
que funcionan permanentemente. Las 400.000 familias inducidas a vivir allí y
las que están llegando, concluye, tendrían mejor calidad de vida en las
ciudades intermedias.
Como
dice él, sistemáticamente las autoridades culpan a supuestas
invasiones para tapar que la valorización, al convertir tierras agrícolas
en (mal) urbanizadas, fue un gran negocio para sus propietarios, pues la
plusvalía no se aplicó. De otro lado, los altísimos costos de los servicios
públicos, vías y servicios comunales, que asumieron el Municipio y Emcali, es
decir con el dinero de los contribuyentes, son incompatibles con la llamada
vivienda de interés social; por lo demás, allí lejos de los sitios de trabajo
de la ciudad.
Hoy
queda un remanente en el corregimiento de Navarro conocido como los ejidos de
Meléndez. Son también terrenos inundables que fueron asignados en su momento
para pastoreo y de ninguna manera para vivienda. Como propone Marchant, el
Municipio debería englobarlos para conservar y garantizar su verdadera
vocación, que es la agrícola, adjudicándolos en comodato a instituciones sin
ánimo de lucro, para promover granjas destinadas a la agricultura intensiva,
como a novedosos y grandes vergeles.
Deberían
ser parte del “cinturón verde” que necesita urgentemente la ciudad, pues ya se
sabe por experiencia que urbanizar en el valle geográfico es un error económico
y un delito ecológico, como dice Marchant. Por eso el “desparrame” urbano,
como lo llama, en extensas zonas a las dos orillas del río Cauca, se ha
convertido en un gigantesco lastre urbano y social para Cali. Es el
imperdonable resultado de no tener políticas claras, integrales y a largo
plazo, de ordenamiento urbano y regional, ni autoridad para cumplirlas.
Por
supuesto dicho cinturón verde también es necesario a lo largo de la Cordillera
Occidental, la que se está urbanizando, de la peor manera, con edificios altos
en hilera que tapan brisas y vistas en los dos sentidos: de la ciudad hacia el
piedemonte y de este hacia la ciudad. Lo que es toda una torpeza en los
alrededores de los cerros de Cristo Rey y Las Tres Cruces. Finalmente, el
cinturón tendría que completarse con
sendas áreas verdes entre Cali y Jamundí, y entre Cali y Yumbo, unidas la
ciudad y sus vecinos inmediatos por el Corredor Férreo.
Bien
diseñado, uniría la ciudad. Caben el “corredor verde” propuesto ahora, el par
vial de la 25 y 26, sendas ciclovías, una autopista urbana y el tren de
cercanías, con edificios altos para vivienda a sus costados, comercio en sus
primeros pisos, estacionamientos subterráneos, y a todo su largo supermercados,
centros comerciales, escuelas y colegios, pues el Terminal, la Estación, y el
Cementerio ya están sobre él, y la Universidad del Valle muy cerca. Solo
faltaría un Centro de Eventos en la antigua Licorera, y un Parque Central, con
lago y todo, en la Base Aérea (Recentrar
El Centro, El País, Cali 22/01/2004).
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