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“Emparedados”, 25.11.2017

      La mayoría de los edificios de apartamentos que se construyen en las ciudades del país, y en no pocos pueblos, repiten “N” veces un idéntico apartamento tipo, y si acaso en el último piso hacen un “pent-house”, mientras en el primero siempre hay garajes o el acceso a los mismos. De entrada sus nuevos propietarios buscan como individualizarlos cambiando algo precisamente en su entrada, y con el tiempo muchos los remodelan sin importarles las molestias que significa para sus vecinos, tanto los de adentro del edificio como los de afuera, pues no fueron diseñados ni construidos para facilitar su fácil adecuación inicial y menos su eventual cambio, parcial o total, más adelante.

      Son como un muy soso emparedado de sólo capas del mismo jamón o del mismo queso, o incluso a veces con muchas capas del mismo pan, propios de lo que se podría llamar “arquitectura rápida” la que en no pocos casos llega a ser “arquitectura chatarra”. O, por lo contrario, son varias capas del mismo pan de molde pero entre estrafalarias tapas, una de falso jamón serrano y la otra de falso queso manchego, es decir esa “arquitectura espectáculo” que, ya muy cuestionada, aún maravilla a tantos ingenuos que apenas la conocen en fotografías, y apenas de sus exteriores y desde rebuscados puntos de vista, a los que solo acceden ellos y pocas veces los peatones comunes.

    Pero desde luego existen alternativas a esta arquitectura “emparedada”, principiando por la de apartamentos dúplex en los que por lo menos los pisos solo son iguales uno de por medio, pero también la hay en que se compone de diversos tamaños de apartamentos, ya sea en cada piso o a medida que se sube, o también los hay en edificios escalonados. Incluso existe un proyecto académico de un edificio de siete pisos con tres apartamentos dúplex, cada uno de diferente tamaño pero todos con una amplia terraza a manera de patio, acompañados por otros tres más pequeños, también diferentes entre sí y con apenas un balcón cada uno, y en el primer piso locales y los garajes atrás o debajo.

      O sea que si se puede, pero demanda más trabajo, no en su construcción pero si mucho más en su diseño, y por los mismos honorarios para el arquitecto pues las tarifas son por área y por repetición del mismo proyecto. Lo que nada les interesa a los empresarios de la construcción acostumbrados a venderles, por medio de propaganda engañosa, a unos compradores que poco piensan en sus necesidades futuras; el caso es que no se ofrecen diversas alternativas de espacios sino apenas diferentes precios. Y lo que todo esto significa para cada calle, cada barrio, cada sector, y para la ciudad entera, “emparedada”, no les interesa a unos ni a otros, y mucho menos a las autoridades municipales.

    Parafraseando a Goethe, quien escribió: “Quien tenga ciencia y arte, tiene también religión; y quien no posea ninguna de estas dos, pues que tenga religión“ (Citado por Marc Pepiol, Freud / Un viaje a las profundidades del yo, 2015, p.117), se podría afirmar que un edificio que tenga técnica y arte, tiene también arquitectura; y el que no posea ninguna de estas dos, pues sólo será un costoso “espectáculo” o un soso “emparedado” que todos tenemos que ver en la realidad en ese espacio urbano público, ahora supuestamente democrático cuando paradójicamente es cuando menos lo ha sido. Antes se desarrollaban tipologías arquitectónicas pero ahora solo se repite, o se copia, un modelo de moda.

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