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Las torres. 19.09.2015


       Muchas iglesias y capillas coloniales en el valle del río Cauca tienen sus campanarios en el mismo paramento de sus fachadas y adosados a sus naves. A la derecha, como la Torre Mudéjar, c.1772, la de La Merced, 1678, o la que tuvo la iglesia de San Agustín, 1765, también en Cali, o la de San José del Salado, c. 1770, en Dagua, encomendada por el beato Andrés Guillermo Collazos y Esquivel; o, a la izquierda, como San Esteban, c.1600, en Caloto o San Francisco, 1745, en Buga. (La de Panamá Viejo, c.1623, está inusualmente ubicada junto al ábside).
                                                                                                                                                                              Son altas y de planta cuadrada, y están inclinadas hacia adentro, como los alminares más viejos del África Occidental, que lo están posiblemente por ser de tapia pisada. Mientras que La Kutubiyya, 1158, de Marrakech y la mezquita de Hassan en Rabat, c.1150, y en general los alminares almohades, tienen sus paramentos a plomo.
                                                                                                                                                                             Vienen de los alminares almohades, 1156-1198, que presentan un paralelepípedo principal, una linterna y un remate coronado por un yamur  buscando la verticalidad, y mamposterías toscas revestidas con revoques con pintura rojiza, grandes paños decorados con vanos dobles, abrazados por un arco ciego, que iluminan  rampas interiores, y en los cuerpos superiores, las hileras de rombos entrecruzados  -la tsebka-  son recurrentes en la ornamentación, igual que en la Torre Mudéjar de Cali.
          Esta fórmula, simple y efectiva, se había adoptado en la Giralda de Sevilla, c.1175, el alminar de la mezquita aljama, de 16 metros de lado y más de 50 de alto, en donde ahora se encuentra la enorme catedral, c.1506, y en la torre de Hassan en Rabat, el alminar de la Kasbah, c.1150, de Marrakech y en muchos otros en Marruecos.

           Formas que se repiten en España, como en el alminar  de la antigua mezquita de Cuatrohabitan en Bollullos de la Mitación, c.1225, hoy una ermita, la torre de la iglesia de San Marcos, c.1350, en Sevilla, y la torre del castillo de Aracena, c.1250, cerca de Sevilla (Chueca Goitia, Invariantes castizos de la Arquitectura Española, 1947).

            Pero además, algunas torres en la región están retranqueadas a la manera del escalonamiento de los faros romanos, patrón inexistente en los alminares del occidente islámico, pero presente en la mezquita aljama de Qayrawan, del 724.

          Por su parte, las espadañas, del latín spatha, espada,  son gruesos muros que se prolongan verticalmente, sobresaliendo sobre la fachada de la iglesia o capilla, con uno o más vanos para albergar las campanas, a las que se llega desde el exterior al contrario de las torres.

          Aquí la mayoría están a la izquierda, como en la capilla de san Antonio de Cali, 1747, o en san Jorge en Cartago, 1604, rematando la nave, pero la de san Jerónimo, ¿?,  si está finalizando la nave derecha. La de san Pedro Apóstol en Buga, 1781, también está a la derecha pero de la fachada lateral, la que da a la plaza, y perpendicular a la principal, conformando una muy “moderna” composición.
                                                                                                                                                                            En la capilla del Overo, cerca de Bugalagrande, sólo una pequeña campana cuelga  en la mitad de la antecapilla en el máximo de una austeridad que lamentablemente se perdió, y ahora a cualquier esperpento se le llama “torre”, lo que preocupa pues como dice José Ortega y Gasset: “ Los edificios son un inmenso gesto social. " Y desalienta la ligereza con que se está tratando ahora la Torre
Mudéjar: no se respetó el protocolo y no se está empleado la técnica adecuada.

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