El justo derecho a protestar quedó en entredicho pese al buen ejemplo de los que devolvieron lo que otros habían robado a un almacén. Más que en otras partes, aquí la violencia y el vandalismo de muchos, espontáneos o infiltrados a propósito, deslegitimaron la protesta. Muertos, heridos, poca bioseguridad y no vacunas, bloqueos, saqueos, quemas, buses del MIO destruidos, y carros y bienes privados y públicos dañados, vendedores informales, obreros y empleados que no pudieron trabajar.
Por otro lado, en vez de derribar una estatua, sería más pertinente erigir otros monumentos alrededor a los indígenas y a los esclavos africanos. La realidad es que a los aborígenes se les impuso lo español de mano de la espada, junto con la religión, la lengua y la arquitectura (Fernando Chueca Goitia, Invariantes castizos…, 1970) y luego se agregó lo africano, y por eso aquí somos producto de esas transculturaciones: mestizos, aunque lo seamos en proporciones diferentes, que hablamos español.
Y ya va para cinco años que se señaló (Un hueco en la cultura, El País, 17/08/2006) el despropósito urbanístico, social e histórico de pretender trasladar el monumento al Fundador de la ciudad a otra parte, ignorando que fue concebido para ese lugar y que todos los que moramos en Cali lo recordamos allí, y que su recuerdo permanecería en ese lugar junto con su tradicional actividad lúdica. Pero por supuesto habría que dar pertinentes explicaciones históricas al respecto en el sitio.
Además, en la medida en que ya no aplicarían las normas de protección de su área de influencia, aprovecharían para seguir haciendo más edificios y más altos alrededor (para conveniencia de las constructoras) que taparían la vista a la cordillera, aprovechándose de la carencia de un eficiente control urbano arquitectónico y del total desinterés político en esta ciudad por estos temas, junto con el poco respeto de los que arriban a ella por los que ya habitan un lugar, y que tanto identifica a Cali.
Lo usual es que un monumento se transforme en un hito de una ciudad, ayude a orientarse en ella e incluso llegue a ser su símbolo, primando así su carácter urbano sobre un simbolismo histórico cuya precisión puede exigir (Cali, ciudad y monumentos, El País, 25/06/2020). Lo pertinente aquí sería poner en la rotonda que hay detrás del monumento placas explicativas de la vida de Sebastián Moyano (Belalcázar Es. 1480-1551 Cartagena Co.) y de nuestras varias transculturaciones verdaderas.
Sería un nuevo “Mirador ” que conservaría la verdadera historia de su pasado pero abriendo a la gente a un mejor futuro: el de una vida urbana cosmopolita que integra diversas tradiciones, las que no deberían ser excluyentes entre sí y que por lo contrario se multiplicarían si se entendiera que todos debemos compartir con creatividad una misma ciudad. Justamente lo que ha caracterizado históricamente a las más interesantes del mundo (El mirador de Cali, El País, 24/09/2020).
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