El desordenado proceso del control del patrimonio construido en la ciudad,
y en realidad de todo lo que se construye o destruye en Cali, lamentablemente
suena a la vieja canción: songo le dio a borondongo, borondongo le
dio a bernabé, bernabé le pego a muchilanga, le hechó a burundanga y le hincha
los pies. Es el futuro cantado de San Antonio, el triste pasado del Centro de
Cali, el escandaloso caso allí del Hotel Aristi, y el sainete del Colegio de La
Sagrada Familia, frente al parque del barrio El Peñón.
Planeación Municipal ordenó suspender “de forma
provisional” los trabajos en el colegio por “una estructura que no está
cubierta en la licencia aprobada” pero el gerente del proyecto está sorprendido
pues les “hacen visitas cada diez días (después dijo que 15) y nunca han
encontrado irregularidades” pues “están respetando al 100% el patrimonio de la
ciudad” (El País 13/05/2016). Y al siguiente día dice que
sólo recibió una comunicación solicitando aclarar “temas constructivos del
proyecto” y que cree que hubo una confusión con lo que está pasando en el Hotel
Aristi. Pero la Subdirección de Ordenamiento Urbanístico asegura que en el
lugar se ha “determinado la comisión de presunta infracción consistente en
“Modificación estructural no contenida en planos” generada por la “extensión” de vigas y
columnas. Y por su parte el Director de Planeación Municipal dice que envió la
solicitud de suspensión de obras a la Secretaria de Gobierno y que “el que
suspende es el inspector, dado que es medida policiva”, pero esta manifiesta
que no ha recibido ninguna comunicación por parte de Planeación (El País,
14/05/2016) y para confundir más el Alcalde habla de “estructura patrimonial
(El País, 17/05/2016), ellos contestan que “no hemos tocado el patrimonio” (El
Tiempo 17/05/2016), “que el cambio se produjo en la fachada del
edificio contemporáneo” (El País 19/05/2016), y el
Ministerio de Cultura sigue callado y la Policía nada.
Pero cualquiera puede comprobar (si
quiere) que demolieron la casi totalidad del interior del colegio y han
invadido su patio, “conservando” apenas sus fachadas exteriores, en las que no
solo se han cegado varias ventanas sino que les pusieron nuevas rejas, que nada
tienen que ver con la arquitectura del edificio. Y de seguro pretenden instalar
una nueva ventanería, pese a que la existente, retirada a la carrera, era
perfectamente recuperable, y también reemplazaron el viejo alero que recorría
todo la construcción.
Tal parece que en el Gobierno
Municipal no se tiene conciencia de lo que el patrimonio construido representa
para una mejor vida en la ciudad. Son los edificios y barrios reconocidos por
varias generaciones de habitantes lo que los convierte, al identificarse todos
con ellos, en ciudadanos más respetuosos de los otros. Lo que implica menos
vandalismo, más seguridad e incluso una mejor movilidad, pues no surgen de
repente nuevos usos sin considerar la infraestructura urbana, como pasó en el
sur de Cali.
La propiedad pública
es de todos y a todos corresponde velar por su conservación (Camps y Giner: Manual de civismo, 2014, p.137). Y si bien lo que va quedando del
viejo colegio es propiedad privada, el parque a sus pies lo es pública, y
tenemos el deber de preservarlo pues ya se intentó modificar su arborización y
suprimir el paso de carros por su frente para transformar la calle en “su”
andén “exclusivo”, y es evidente que una “torre” asomándose detrás de la
fachada afectaría el ambiente recogido del pequeño parque.
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