Para que una ciudad sea una polis
debe tener políticos que la dirijan, y ciudadanos y no apenas habitantes para
que sea una civitas, y que su
urbanidad no deje qué desear para que sea una urbs. Y aunque no se hubiera establecido una corte virreinal, como
en Ciudad de México, Lima o Santa fe de Bogotá, que la cortesía de sus
habitantes no sea su remedo de “caballeros”, “damas” y “reinas”.
Y si además tiene varios millones de
habitantes pero no va camino a ser una verdadera megalópolis, por lo
precario de sus reglas, será apenas una
conurbación gigantesca y desordenada. Por eso se debería buscar que sea más polis que mega, y apenas la cabeza de la provincia circundante en lugar de pretender vanamente que
sea una metrópolis de mentiras.
Además
hay que partir del bello paisaje en que en Colombia suelen estar, con sus
contundentes cerros y altas cordilleras, del recuerdo de sus ríos y curvos
meandros que abría que recuperar. De su benévolo clima, no tan caliente ni tan
frio pese al cambio climático, sus días de doce horas de luz y noches de luna
llena, niebla en las mañanas o brisa en las tardes, y maravillosos árboles,
flores, pájaros y mariposas.
Pero para convivir civilizadamente hay que seguir
reglas no solo para construir sus edificios y espacios públicos si no para la
manera de usarlos y conservarlos. Urbanidad, civismo, política, policía y
cortesía, son palabras que tienen que ver con urbe, civis, polis y cortes,
compartiendo su origen desde que las ciudades surgieron en la antigüedad generando
nuevos comportamientos en los humanos.
Rasgos culturales que se manifiestan en las
ciudades, ya no como una tradición sino como reglas para la convivencia entre
extraños que forzosamente ahora tienen que vivir en ellas. Pero
infortunadamente en muchas nuevas y grandes ciudades, cuando han crecido mucho,
rápida y recientemente, priman sus nuevos habitantes sobre sus viejos
ciudadanos, dificultando una mejor calidad de vida.
El problema es que convertir miles de habitantes
en ciudadanos toma tiempo, e implica una continua educación cívica en la que
todos intervengan todos los días, ya sea dando ejemplo o exigiendo respeto a
los otros. Aspecto este que debería ser deber de la policía y no apenas la
seguridad, que es urgente, pero llevando a que se olvide el resto, que es lo
importante y primero.
Con lo que se regresa a la polis en la que la policía estaba a ordenes de los políticos y la
democracia era de verdad. Pero ya se sabe a donde puede conducir esto en
sistemas políticos precarios, por lo que hay que concentrarse en los políticos
profesionales, los que aquí poco existen, o se transforman en politiqueros
corruptos y cínicos. Pero es igual de malo si son improvisados.
Tendrían que asesorarse con universidades y
gremios, y leer La república de Platón
y la Política de Aristóteles y
algunos libros básicos sobre las ciudades, principiando por La cultura de las ciudades, 1938, de
Lewis Mumford. Y los Concejos, que tendrían que ejecutar planes de ordenamiento
a largo plazo, deberían ser mas importantes que los Alcaldes que solo deberían
ejecutarlos.
Para Aristóteles la polis es una "comunidad política" y su gobierno sólo cambia de tamaño respecto al de la casa, indica
quién debe ser considerado ciudadano y se
apoya en Hipódamo de Mileto en la repartición de sus espacios. Es una teoría de la ciudad y las
ventajas o no de la democracia, y de la población, el territorio y la educación en el estado ideal, de cuyo
gobierno por una elite culta habla Platón.
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