Ir al contenido principal

Lugares bellos. 31.12.2011


      Cali, aunque fundada hace cinco siglos, debido a la creación del nuevo Departamento del Valle del Cauca apenas tiene uno de ser lo que es ahora con los trabajos de muchos arquitectos, unos desconocidos mientras de los otros nadie se acuerda. Y como dice Karl Popper (Después de la sociedad abierta, 2008), debemos agradecer a muchos lo maravillosa que puede ser la vida, “entre ellos [a] los grandes poetas, escritores y novelistas […] músicos, pintores y arquitectos.”
                                                                                                                                                                           La mayoría de los lugares más bellos de la ciudad están en su centro, que insistimos en llamar histórico aun cuando apenas quede su traza en damero, y están determinados por edificios ya de principios del siglo XX, como en  la Plaza Mayor, ahora Parque de Caicedo, donde están la Catedral, el viejo y muy bello Palacio Episcopal, el Palacio Nacional de Justicia y el Edificio Otero. Y cerca de ellos La Ermita y Coltabaco.
                                                                                                                                                                             O, más hacia la cordillera, El Real Convento de Nuestra Señora de las Mercedes Redención de los Cautivos, de los Mercedarios, del VII, junto con la vieja casona que ocupa ahora el Palacio Arzobispal, del XIX, conforman la calle más bella de la ciudad; mientras que la casa “republicana” de la vieja Gobernación, hoy Proartes, de finales del XIX, el Teatro Municipal, de principios del XX, y los modernos edificios de la FES, hoy Centro Cultural de Cali, y el nuevo Banco de la Republica, su esquina más caleña.
                                                                                                                                                                            Sin embargo, es en la Plaza de San Francisco donde está la más imponente fachada urbana de la ciudad. Está conformada por la vieja iglesia colonial, escondida debajo de la ornamentación que se hizo a principios del siglo XX, y su muy bella, intrigante y única Torre Mudéjar, de finales del XVIII, y la iglesia nueva, terminada a principios del  XIX, después de la Independencia, pero que es como del Alto Renacimiento pues su modelo es el Gesu de Roma.
                                                                                                                                                                           Cruzando el emblemático Puente Ortiz y el Paseo Bolívar se ven, a un costado, las “torres” del CAM, con su doble plazoleta, navegando en medio de una gran zona verde que termina en  el anexo del Conservatorio, unida al Centro por el puente España y el llamado, antes de La Cervecería, construidos para los 400 años de la ciudad. Al otro costado está el Puente Alfonso López, el más bello de todos, y La Ermita, con ese imposible gótico tan nuestro de principios del XX.
                                                                                                                                                                           Y más arriba, entre los cerros de Las Tres Cruces y Cristo Rey, con la alta Cordillera Occidental y sus esquivos Farallones atrás, y junto al Río Cali, que se enroscaba en el Charco del burro, están La Tertulia, el Parque del Acueducto,  el más bello de Cali, y San Antonio, vigilado desde lo alto por su capilla mudéjar, de finales del XVIII, que mira la ciudad y al fondo el valle más allá del Río Cauca, a veces hasta la otra cordillera.
                                                                                                                                                                          Y desde allí aún se ve bella Cali pues como dijo el poeta Joseph  Brodsky  (Gota de agua, 1992) todas las ciudades lo son al atardecer. Y con suerte se topa uno con una hermosa novia de blanco que caminando con dificultad por el amplio atrio empedrado busca sonriendo en su matrimonio la felicidad, ignorando que la ciudad que tiene a sus pies la levantaron los arquitectos, los que por supuesto no son apenas los profesionales mal formados de hoy a los que se les da dicho título.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El sentido del gusto y la arquitectura. 22.11.2014

          Cuando se dice que la arquitectura se percibe con todos los sentidos, es fácil entender que además de ver los volúmenes y espacios de cualquier edificación, se perciben los diferentes sonidos y olores de sus recintos, y que al caminar por ellos se sienten en los pies sus diferentes suelos y se tocan con las manos antepechos, pasamanos, puertas, ventanas y muebles. Pero aunque sólo los locos pasan su lengua por las paredes, un espacio concreto puede recordar un sabor memorable o grato, sobre todo las cocinas.           Por eso, en la medida en que el gusto está íntimamente asociado a la comida, y que ésta también se huele y se ve, (al punto de que en los restaurantes para snobs que abundan en Cali se adornan ridículamente los platos y los precios de los vinos son ridículamente altos), la comida  y la bebida están asociadas a la arquitectura desde su inicio. De los muros corta vientos para proteger el fuego hasta las cavernas y ranchos de ramas en el bosque, en cuyo inter

Propiedad, arquitectura y ciudad. 03.01.2015

      Los deberes y derechos que señalan los reglamentos de propiedad horizontal y de convivencia no sólo tendrían que ver con la propiedad misma (vivienda, oficinas, locales comerciales , bodegas , estacionamientos, recintos industriales y demás) ni con la construcción en la que se encuentran, sino con su arquitectura y los espacios urbanos, privados o públicos, que conforma, como con el barrio en que está y, finalmente, con la ciudad toda. Es un claro deber de convivencia ciudadana tan importante como el derecho fundamental de las familias y los individuos a la privacidad.       Principiando por las fachadas, las que hay que entender como un asunto más público que privado, independientemente de que sus propietarios sean particulares, los que tienen el deber de conservarlas en la misma medida en que tiene el derecho a disfrutar las de los otros. Y desde luego es aberrante que los ocupantes temporales de los edificios públicos las traten como si fueran de ellos y no de los ciuda

Densificar. 24.04.2021

Es un muy grave error dejar que Cali se extienda más, no solamente se alargan los recorridos, aumentado la emisión de gases de efecto invernadero hasta que se eliminen los motores a gasolina, sino que hace más difícil el controlar la ciudad y entonces la inseguridad aumenta; por lo tanto, lo conducente es densificar la ciudad. Pero no en todos sus diferentes sectores ni con innecesarios edificios en altura, y desde luego no en las laderas de sus tres montes ni en el piedemonte de la cordillera.  El problema es, entonces, que es necesario reglamentar estrictamente los suelos urbanizables e impedir que se lo haga mal, como lamentablemente viene sucediendo hace años. Pero equivocadamente se suele creer, que no pensar, que sólo se puede densificar con edificios altos, los que son innecesarios para duplicar y hasta triplicar las densidades actuales de Cali, lo que se puede lograr con apenas cinco o siete pisos, que son los más amables con la ciudad y con sus ocupantes pues no se pierde el c