La mayoría de los ciudadanos en Colombia están de acuerdo, total o parcialmente, con lo que el paro en general demanda, pero en contra de los bloqueos ya que cada día es más que evidente que perjudican a todos. Es muy preocupante que los que quieren en que el paro continúe, incluyendo bloqueos, pues parece que tuvieran “bloqueado” el pensamiento, aún no se hayan dado cuenta de que finalmente aquellos van en contra de lo que busca el paro, y que ahora lo más inteligente sería enfrascarse es en las soluciones a corto y largo plazo, pero que antes es imperativo parar el bloqueo terrorista de carreteras y calles que impide el trabajo, el abastecimiento y el estudio de muchos.
Muchos, que aún cuando estén de acuerdo con buena parte de lo que el paro demanda, no lo están con los que lo dirigen, o que lo manipulan pensarán no pocos. Y si bien es comprensible que apoyen a los jóvenes, no se percatan de que estos, con muchas necesidades, aún no tienen experiencia, y que aquí suelen estar poco y mal educados respecto a la historia del país y su geografía más allá de fechas, nombres, y que muchos ignoran lo que significa un mundo globalizado y sus urgentes respuestas al cambio climático, impulsado por la sobrepoblación y el consumismo que está acabando con la naturaleza; y por supuesto los jóvenes son los que tienen más que perder: su futuro de vida.
Lo primero que hay que reformar, desde luego, es la política, pero democráticamente por medio del voto en las elecciones, y primero por las propuestas antes que por las personas que las llevarán a cabo; incluyendo el voto en blanco que permitiría buscar nuevos políticos. Esa mitad de los colombianos que es de centro, es decir no “bloqueada” por los extremos ni por los personajes que los representan, debe mirar hacia el futuro del país y su papel en el mundo actual; y debe informarse mejor de su historia y del pasado de Hispanoamérica desde mucho antes el siglo XVI; desde Grecia por lo menos, para comprender cómo ha sido la larga construcción de todos los estados modernos.
Como afirman D. Acemoglu y J. A. Robinson (El pasillo estrecho, 2019, pp. 14 a 18): “Donde no hay ley no hay libertad”. “En general, los controles y contrapesos establecidos desde arriba no funcionan…” pero “la libertad requiere que existan el Estado y las leyes.” Por eso “tanto [el uno como el otro] deben ser fuertes.” Y “lograr la libertad es un proceso” pero: “Cuando el Estado y las élites son demasiado poderosos y la sociedad es dócil, ¿por qué iban los líderes a garantizar a la gente derechos y libertad?” Y, por otra parte: “La historia de la liberación de las mujeres no es única ni excepcional.” Y tampoco lo es la de los jóvenes, ya sea mujeres u hombres, hay que agregar.
Por todo esto el gobierno debe llegar a acuerdos con esa mayoría que
respalda el paro y no apenas con los que lo dirigen, pero es la mayoría de los
ciudadanos la que debe aprobarlos y votar consecuentemente con ellos en las
próximas elecciones. Acuerdos que es preciso acelerar y ampliar principiando
por lo más urgente, es decir, antes de que se salga de las manos del Estado, “por qué el Estado y sus élites deben aprender a vivir con las
cadenas que les impone la sociedad y diferentes sectores de la sociedad tienen
que aprender a trabajar juntos a pesar de sus diferencias.” Así concluyen
Acemoglu y Robinson, y tal parece que en Cali ya comenzamos a hacerlo el
martes pasado; Ojalá.
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