El muy inconveniente desorden urbano actual de Cali se debe, entre otras cosas, a la obsolescencia actual de su sistema de gobierno, inadecuado para una ciudad que crece tanto y tan rápido, y a que en solo cuatro años un alcalde no puede realizar un plan a largo plazo, el que en rigor actualmente no existe, ni ejecutar lo que propone si logra hacerlo, y que además los siguientes alcaldes no están obligados a continuarlo. Debería ser claro que, al Concejo y Alcaldía Municipales de Cali, es necesario agregar un nuevo ente independiente de Planeación Municipal; esa verdadera oficina de planeación en la que con toda la razón tanto ha insistido Nicolas Ramos.
La conformación de esta nueva entidad de Planeación Municipal, que por supuesto, deberá ser propuesta por el Concejo Municipal, debería ser a base de representantes de la academia y de los gremios, que sean los más relacionados con la organización de la ciudad en su aspecto físico, y que sean conocedores de la misma y con experiencias y conocimientos en el tema y su relación con lo económico, social, cultural y político. Representantes que conformarían el Consejo Superior de dicha nueva oficina de Planeación Municipal, y cuya permanencia en él dependería del apoyo que continúen teniendo de la organización que los haya elegido inicialmente.
La tarea inicial de ese Consejo Superior de Planeación sería la elección de su Director de entre ellos mismos o de afuera, el que de inmediato pasaría a integrar un equipo de profesionales calificados para realizar un plan a largo plazo para la ciudad, a partir de su geografía e historia de Cali, la que incluya su patrimonio, que deberá presentar a dicho Concejo, el que luego de los ajustes necesarios lo deberá aprobar y pasarlo al Concejo Municipal para oficializarlo, dando inicio a planes a mediano plazo realizados por el equipo de profesionales de Planeación Municipal para la puesta en marcha del plan a largo plazo, que deberán revisar periódicamente y hacerle los ajustes pertinentes.
La realización de dichos planes a mediano plazo por parte de los sucesivos alcaldes, sería con base de los planes a corto plazo propuestos por ellos, y objeto de concursos públicos, y los que deberían ser parte principal de sus campañas electorales; mientras que el Concejo Municipal los obligaría, primero que todo, a continuar los que ya estén en marcha. Y la ejecución de los proyectos y obras públicas necesarios para llevar a cabo dichos planes a corto plazo, también deberían ser siempre a base de concursos públicos, y lo mismo las puntuales “acupunturas urbanas” que se presenten, garantizando que después no se interpongan a aquellos y pasen a ser parte de ellos.
Todo lo anterior se ha mencionado parcialmente en columnas anteriores, en la de El País y en el Chat del Centro, a lo largo de muchos años, pero la razón de esta columna es sintetizar dichos comentarios y propuestas, para llamar de nuevo la atención de sus lectores sobre la situación actual de la ciudad, y que en consecuencia reflexionen sobre todo esto al elegir concejales y alcaldes cada cuatro años. Que voten y no se abstengan, así sea votando en blanco; que no olviden que ciudad y democracia van juntas y que la calidad de vida depende de ambas; que es necesario que la ciudad retorne a ser parte de la cultura a través de su correcta planeación sin improvisaciones ni demagogia.
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