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Ciudad y agua. 09.07.2022

 El agua es el elemento más importante para la vida en la Tierra, en donde el océano impulsa los sistemas mundiales que hacen de el planeta un lugar habitable para el ser humano: la lluvia, el agua, el tiempo, el clima, los litorales, gran parte de la comida e incluso el oxígeno del aire que se respira, por lo que su cuidadosa gestión es clave para un futuro sostenible. No obstante, en la actualidad existe un deterioro continuo de las aguas costeras debido a la contaminación y a la acidificación de los océanos que está teniendo un efecto adverso sobre el funcionamiento de los ecosistemas y la biodiversidad, y el agua dulce escasea y se desperdicia irresponsablemente.

La lluvia ocurre a diario en distintas regiones del planeta, en algunas con mayor frecuencia que en otras, tanto sobre el mar como en la tierra. Las mayores precipitaciones anuales se dan en el trópico, y a medida que se avanza sobre las zonas templadas, hay promedios más estables, dependiendo de las estaciones o de condiciones climáticas puntuales. Se habla mucho de los daños que ocasiona: inundaciones, derrumbes, e incluso de las molestas goteras, pero poco de que alimenta lagos y estanques, o que riega cultivos, zonas verdes, parques y árboles de los andenes; o de que se puede utilizar almacenándola en los edificios para aquellos usos que no demanden que sea potable.

El agua potable es el agua dulce que se filtra y desinfecta para volverla potable, y es de uso obligado en las cocinas, para beberla o preparar alimentos, tanto en las viviendas, como en bares, cafeterías, restaurantes y otros establecimientos, y también en sus baños y lavaderos, en razón de que eventualmente se la puede beber en ellos, pero igual se usa para limpiar pisos o regar matas y jardines. Y, ya utilizada, se la lleva al alcantarillado, por lo que es urgente que se la limpie y reutilice antes, lo que es posible de diversas maneras; y que se racionalice su consumo y se multe su irresponsable desperdicio; y no debería ser usada en talleres, fábricas y similares, que no requieren que sea potable.

El agua ya utilizada (servida) en duchas y lavamanos sí se la puede usar, filtrándola, en inodoros y orinales, y lavar pisos, carros y andenes o regar jardines y materas, para lo cual basta con otra tubería paralela y llaves (registros) diferentes, no accesibles a los niños; además se le puede agregar la recolectada de la lluvia. Y en los edificios altos las aguas servidas también se pueden reutilizar de nuevo en mini generadores de energía antes de llevarla finalmente al alcantarillado, junto con las aguas contaminadas de inodoros, orinales, lavaplatos y lavaderos, previamente pasadas por pozos sépticos para que de nuevo se las pueda reutilizar para regar zonas verdes y parques más abajo.

La idea es que el agua dulce que llega a las ciudades, y la que llueve sobre ellas, se utilice y reutilice lo más posible, y salga limpia a los ríos cercanos y de estos al mar. De ahí que las ciudades -en las que ya vive más de la mitad de la población del mundo-  muchas de ellas al lado del mar o de un río o cruzadas por estos, y con temporadas de lluvia o secas, deben utilizar racionalmente el agua dulce, llevada hasta ellas mediante acueductos (bellos antes y ahora tuberías enterradas) y cuya demanda es además creciente, por lo que la escases del agua dulce y el mal uso de la potabilizada y su desperdicio, son muy preocupantes, al tal punto de que sencillamente sin agua no hay vida posible.


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