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Ciudad y conocimiento. 16.04.2022

 Vale la pena reordenar lo de “Cali: ciudad y ciudadanos” y analizarlo ahora al contrario, en tanto Cali: ciudadanos y ciudad, ya que es de aquellos de los que depende su ciudad; de su conocimiento y educación cívica al respecto y de cómo escogen a sus gobernantes. Cómo se ha insistido en esta columna y en ¿Ciudad? de El País, la falta de cultura urbana de los caleños es abrumadora, tal como se puede comprobar al comparar a Cali con Panamá, por ejemplo, ciudades que comparten varios aspectos geográficos, como el clima, e históricos, como su vieja tradición hispánica, y cómo su dependencia de un puerto, en el caso de Cali de Buenaventura aunque esté lejos.

La falta de conocimientos sobre el urbanismo y la arquitectura más apropiado para la ciudad es muy frecuente entre los caleños independientemente de su estatus socioeconómico, e incluso lo es entre muchos arquitectos mal formados poco conocedores de otras ciudades, incluso si las han visto pero que no se han detenido a mirar bien y en consecuencia a estudiarlas. Y su desconocimiento sobre la arquitectura más indicada para la ciudad considerando su clima, paisaje y mejores tradiciones regionales es alarmante, y más si se reflexiona sobre la inminencia del cambio climático y las muchas ventajas que estos tres aspectos comportan al respecto pero insólitamente ignoradas.

Por otro lado, la carencia de educación cívica en Cali cada vez es mayor debido a la fuerte inmigración del campo como igualmente a la pérdida de las mejores tradiciones rurales que sin duda ayudarían, paradójicamente, a una mejor calidad de vida en la ciudad; como la generalización de los huertos caseros y de los entrañables mercados de barrio en los que los vecinos se encuentran y hablan espontáneamente de su comunidad, del país y del mundo. Hablar de lo que pasa en otras partes les ayuda a ser ciudadanos no solo del país sino de un mundo en el que cada vez más e inevitablemente se vive en ciudades que crecen mucho, y descontroladamente como es el caso de Cali.

Y, por último, la falta de un efectivo control de la ciudad es muy preocupante, no solo respecto a su inseguridad, sino con relación al respecto y buen uso de los espacios urbanos públicos, la ocupación del suelo permitida y el cumplimiento de las normas vigentes, pese a que es urgente replantearlas ya que muchas son contradictorias, equivocadas u obsoletas, o no las hay. Como se ha insistido en esta columna y en la del El País, urge la creación de una policía municipal que además de complementar a la insuficiente Policía Nacional, sirva para poder controlar la ciudad como un todo, desde el tránsito hasta las construcciones igual que en muchas de las mejores ciudades del mundo.

Son tres aspectos –conocimiento, educación y control- que al considerarlos juntos, no por separado, mucho ayudarían a que los caleños escojan mejor a sus alcaldes y concejales; e incluso a sus presidentes si se considera que los candidatos con más posibilidades fueron antes alcaldes de sus ciudades y sus resultados en tanto tales son conocidos, o al menos todos los que van a votar se deberían informar más al respecto. Pero ¿cómo hacer para que esa mayoría que no vota, como es el caso habitual en Colombia, entienda que para obtener una mejor ciudad sus habitantes deben ser ciudadanos que no dejan que una minoría decida sobre su ciudad, su país y el mundo.

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