Una interesante conferencia del arquitecto Claudio Conenna confirma de nuevo tres básicas consideraciones al respecto (Desafíos contemporáneos del proyecto en la construcción de la ciudad, <https://youtu.be/VtntLCTX_og>), las que llevan a desarrollar una conclusión planteada en Colombia ya desde inicios de la segunda mitad del siglo XX por el historiador, crítico y restaurador Germán Téllez, el reconocido arquitecto y profesor Willy Drews, ex alumnos y profesores de la Universidad de los Andes, junto su pertinente ilustración con la obra de Rogelio Salmona, también profesor de la misma, y reiterada inútilmente por quien escribe, afortunado discípulo de los tres en la década de 1960.
A diferencia de las obras
creadas por otras artes visuales como el dibujo, la pintura o la
escultura, la arquitectura se construye con un fin utilitario y no apenas
artístico, e ineludiblemente ocupa un sitio en un paisaje natural, rural o
(cada vez más) urbano, el que transforma en un lugar en el que permanece
hasta que si es el caso sea demolida del todo e incluso a veces queda
presente su memoria, como es el caso de las Torres Gemelas en Nueva York
cuya imagen no ha logrado sustituir el edificio que /no) las sustituyó.
Proyectar un edificio en una ciudad es completar su imagen urbano
arquitectónica especialmente si está entre medianeras en una calle, una
plaza o un parque.
Cuando
la arquitectura se debe a un paisaje urbano debe complementarlo y no
ignorarlo y mucho menos alterarlo siguiendo un capricho; lo
que infortunadamente tanto ha permitido el gran desarrollo de
los materiales y de las técnicas de construcción en el siglo XX, las
que han permitido precisamente la arquitectura
espectáculo, afortunadamente ya pasada de moda o, peor aún, sus
imitaciones. Abuso tecnológico que puede llevar a que el edificio se
desmantele poco a poco, como pasó con la Biblioteca España en Medellín, o
simplemente se derrumbe como el edificio Space en esa ciudad o el de
Miami, o que sea un todo un oprobio como El Acuarela en Cartagena de
Indias.
Solo los edificios especiales o
públicos pero suficientemente separados de los que los rodean, admiten ser
diferentes, e incluso llegar a serlo mucho como es el caso emblemático de
la Torre Eiffel en Paris. No obstante pueden conseguir ser molestos para
sus vecinos al ocultar las vistas o brisas y producir sombras
inconvenientes o muy molestos reflejos, o incidir negativamente en los
usos del suelo en los barrios vecinos. Pero que buen ejemplo que sí son
las Torres del Parque en Bogotá de Rogelio Salmona, que aun cuando lo son,
y mucho, en otros aspectos no se ven diferentes; o el Centro Cultural
Gabriel García Márquez en dicha ciudad, discretamente sumado a su
entorno inmediato.
Lo
anterior lleva de nuevo a la conclusión de que es indispensable repensar a
fondo los programas de arquitectura en el país, los que es urgente
diversificar aún más en sus principales temas (historia, crítica,
urbanismo, paisajismo, diseño vial, arquitectura de interiores, diseño de
muebles fijos y comunes, construcción, diseño estructural y otros) y dejar
la arquitectura misma para un posgrado que incluya la práctica junto a
arquitectos reconocidos. Y en todos los casos, como ya se viene haciendo
en algunas universidades, hacer énfasis en lo sostenible, de frente al
cambio climático, y en lo contextual para respetar y si es posible mejorar
lo ya existente en las ciudades y no alterarlo mal.
NR : Al oído del próximo
gobierno
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