Como se
ha insistido en esta columna, la demarcación y señalización de los
carriles en la vías de Cali es caótica: no tienen continuidad, su ancho
cambia de tramo en tramo e incluso en un mismo tramo, muchas líneas ya no
se pueden ver, en muchas calles simplemente no las hay y a lo largo de
muchos recorridos se duplican y hasta triplican para quedar más adelante
reducidos a uno solo; y cuando las calles son de doble sentido, y ahora lo
son muchas por la total falta de control, el embrollo es total.
Abundan las curvas innecesarias como si los que diseñan las vías de la
ciudad no soportaran las rectas y no supieran del entrecruzamiento entre
carriles lo que igual ignoran los conductores.
Además, en Cali la mayoría de las fachadas urbanas de las
calles, constituidas por la suma de las individuales de cada predio,
son igualmente caóticas: no hay continuidad de paramentos, ni
de retrocesos, ni de voladizos, ni de alturas, ni de colores, y peor
en el caso de los edificios ya que no son exentos sino uno al lado
del otro. Pero por otro lado, las fachadas idénticas y sin
imaginación alguna de las casas de las calles eternas de algunas
nuevas urbanizaciones, o las del mismo edificio repetido solo o en
compañía de otros idénticos en cualquier parte de la ciudad
(práctica usual y nada perspicaz por parte de algunas grandes
constructoras) son peores y una falsa organización y economía.
El
crecimiento de Cali en número de habitantes y en superficie construida,
igualmente está descarrilado. Cada vez se ocupan más tierras
agrícolas adyacentes, que se urbanizan mal, cada vez hay
más conurbación con las poblaciones vecinas, lo que no es bueno, se construye
más las laderas de la cordillera, la mayoría de las veces ilegalmente, o
al lado del jarillón del río Cauca, lo que debería estar prohibido y fue
un error haberlo permitido, o encima, pese a sí estar prohibido,
configurando toda una amenaza para la ciudad si se rompe, como toca
insistir. Y la ciudad cada vez tiene más habitantes, acercándose a los
tres millones en su área metropolitana, como si eso fuera desarrollo, no
un problema.
Pero lo más descarrilado en Cali es el Control de la
ciudad, principiando por su seguridad, la movilidad en ella y el
cumplimiento de las normas urbano-arquitectónico, el que parece no
existir, producto de un Concejo Municipal mal conformado, de
Alcaldías ignorantes del tema, de una cultura mafiosa que no respeta nada
y de una población que aún no ha tenido oportunidad ni tiempo de
adquirir una cultura urbana, lo que solo se logra con educación cívica
como ya se hizo con éxito hace años. La comprobación,
inspección, fiscalización e intervención, como define el DLE la palabra
“control”, de lo que se proyecta y construye en Cali es tan ineficaz que
los ejemplos sobran.
Lo que si
sigue poco a poco encarrilándose, afortunadamente y pese a los ilegales
“paros”, son las diferencias sociales y étnicas pero no así las económicas
que se amplían y que los justifican al generar un muy alto porcentaje de
los de muy bajos ingresos, por lo que la mayoría de los habitantes de la
ciudad no pagan impuesto a la renta y no les importa que se roben el
Erario los corruptos pues no contribuyen a él. Desigualdad que lleva a que
aumente la delincuencia común y eventuales hechos de violencia y
vandalismo como los de este año, siendo evidente la falta de control
–preventivo y no violento- de las autoridades, además con un pie de fuerza
insuficiente.
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