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“Valla” y venga. 29.07.2017


      Una nueva reglamentación, actualmente en proceso y que acertadamente busca mejorar la calidad de vida de los caleños, prohibiría en la ciudad los avisos en el espacio urbano público. Ya sean pasacalles o pendones sobre las fachadas de las casas, o en los antejardines, separadores viales, árboles y zonas verdes, y apenas se podrá instalar publicidad exterior visual, hasta de ocho metros cuadrados, en lotes aún sin construir, y poner afiches o carteles sólo en los lugares definidos por la Alcaldía Municipal. Igualmente busca reglamentar la variopinta y desordenada propaganda móvil en las principales calles la que llega a ser invasiva (El País, 13/07/2017).
                                                                                                                                                          Lamentablemente la primera en ignorar su propósito será la propia Administración pues, supuestamente, podrá comunicar sus programas y eventos especiales en los postes de la ciudad. Sumándose así al mal ejemplo de La Tertulia -nada menos que un museo de arte- en donde insisten en poner enormes vallas, permanentes pues no son los ligeros y provisionales pendones usados en otras partes, tapando las dos terceras partes de la fachada lateral de uno de sus edificios y dañando su recubrimiento de piedra, cuya arquitectura evidentemente no les merece ningún aprecio y ni siquiera un mínimo respeto, pero tal parece que las normas correspondientes tampoco, lo que ya no es discutible.
                                                                                                                                                                        De nuevo hay que recordar que el Acuerdo N° 179 de 2006, del Concejo de Cali, Articulo 9ª, actualmente vigente, prohíbe la publicidad exterior en las edificaciones públicas, con excepción de los escenarios deportivos; el Artículo 10ª la prohíbe explícitamente en los inmuebles de interés patrimonial, y establece un área de influencia; el Artículo 8ª limita su dimensión a cuarenta y ocho metros cuadrados; y el Artículo 19ª Parágrafo 2ª ordena a las Autoridades proceder a removerla cuando está en un lugar prohibido y sin el cumplimiento de los requisitos establecidos para su instalación; cosa que raramente realizan como se puede ver mirando para cualquier lado de la ciudad.

     Y tampoco se entiende que se permita ubicar vallas en las casas o edificios que estén en vías que tengan como mínimo tres carriles, y una distancia mínima entre ellas de 160 metros, de 240 en la Avenida 6ª y en la Avenida Cañasgordas, y de 300 cuando son pantallas de publicidad electrónica y con una altura máxima de 15, ignorando que causan no apenas contaminación visual en la ciudad y su paisaje natural de fondo, sino accidentes de tránsito y estrés en los peatones como se ha comprobado en otras ciudades (Ivette Lira, en “Sinembargo”, 29/04/2016). Lo acertado sería limitarlas a unos pocos sitios estratégicos y que además no sea “propaganda engañosa” como mucha suele ser. 

     Pero desde luego lo que más molesta la vista a los montes de Las Tres cruces, Cristo Rey y de La Bandera y a la cordillera, y a los Farallones, en los días en los que se ven,  no son tanto las vallas y antenas como los edificios que se han construido en la parte más alta del piedemonte, que por lo demás causan problemas ambientales y de movilización ya que su empinado acceso dificulta caminar, que es a lo que apuntan las ciudades sostenibles. Es como si aquí no se mirara lo que hay que ver pese a que en términos de paisaje natural es aún mucho y muy bello. Pero, vaya y venga, la nueva reglamentación de la propaganda en el espacio urbano público es sin duda un paso adelante, pero mejorable por supuesto. 

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