Decir o manifestar
lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa, de
forma que se oculte la realidad
en forma parcial o total, es la verdad de muchos políticos en este país. Pero si sabemos que se está mintiendo
consistentemente sería, paradójicamente, una manera de conocer la verdad. Mas
no siempre es tan claro; por ejemplo cuando Maduro le pide a Santos
dedicarse a gobernar y dice que "Colombia necesita un Chávez" (El
País, 29/05/2017) para unos son dos verdades, para muchos una verdad y una
mentira y para otros dos mentiras, pero no una mentira y una verdad.
Inducir a error,
tergiversando los indicios, las esperanzas, los costos o lo que sea, es otra
manera de mentir. Por ejemplo, todos los proyectos de obras públicas. Para no
hablar de la carretera a Buenaventura o Ciudad Paraíso en Cali, todo lo que han
dicho sobre el Jarillón del río Cauca permite concluir que no es viable
económicamente y que no se terminará en el 2019 ni menos al 100% como lo dijo
el Presidente (El País, 06/05/2017) agregando que "los sistemas de alerta
temprana están funcionando bien" (Caliescribe.com
28/05/2017), como no lo pudieron comprobar en Juanchito y otras partes.
Fingir o aparentar
el “desarrollo” urbano es otra mentira, pues aunque siempre las ciudades han sido lugares para
hacer negocios, hoy, y aquí, se han vuelto ellas mismas un negocio. Es el
objetivo único de casi todos los políticos,
propietarios del suelo que rodean los cascos urbanos, constructores de
vivienda y obras públicas, y transportadores; y, como dice Umberto Galimberti, en Los
mitos de nuestro tiempo, 2009, a diferencia de las ideas que pensamos, los
mitos al respecto nos gobiernan no con lógica sino con psicología: como eso de
que “viva en medio de la naturaleza”.
Falsificar algo es
hablar de las dos casas “coloniales de 1942” que,
como proclamaba sin sonrojarse un aviso en la radio, se han unido para un
novedoso hotel. Como también el minimalismo
(elementos mínimos y básicos, como colores puros, formas
geométricas simples, tejidos naturales, lenguaje sencillo, etc.) de las secciones de
propaganda para la venta de casas y apartamentos, disfrazada de información
sobre arquitectura, la que como si fuera poco se la confunde con su insulsa
“decoración”, tal como ya se dijo (El
País, Gazapos, 05/12/2013). O esa “arquitectura verde” que de verde poco tiene y de
arquitectura menos.
Faltar a lo
prometido, quebrantar un pacto es la verdad de las mentiras que van saliendo a
la superficies en la realidad del país: la corrupción, la economía, la moral, y
la ética, para no hablar del proceso de paz, pues el
terrorismo, el secuestro, la vacuna y el narcotráfico, a lo largo de muchos
años, es lo que más ha contribuido a que no se haya eliminado la situación
socio económica del campo colombiano que supuestamente levantó en armas a las
FARC, o al menos contribuyo a ello.
Escribe
Antonio Caballero que Cien años de
soledad, 1967, sigue siendo un manual sobre la historia de Colombia, es
decir, la realidad de la ficción (Semana 28/05/2017); o sea la verdad de sus
“mentiras”, a lo que hay que agregar Cóndores
no entierran todos los días, 1971, de Gustavo Álvarez Gardeazábal, para entender la verdad de la llamada “Violencia”. Que
este país ha vivido muchas guerras civiles, entre liberales y conservadores, y
paralizado por leguleyos y burócratas, historia ignorada en los libros de
historia de escuelas y colegios, cuya enseñanza finalmente se eliminó del todo.
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