En casi todos los textos que se leen y estudian en lo que ya va
del siglo XXI, pero que fueron escritos en el XX, cuando hablan del siglo pasado se refieren al XIX y
no al XX, y “a principios del siglo” fue hace más de un siglo y no apenas 17
años, y cuando mencionan el “futuro” este ya está presente o se volvió pasado;
y “ahora” o “hoy en día” o “actualmente” o AP (antes del presente) casi nunca
aún lo son. Y cuando aparecen fechas como 12/04/14 no se sabe si se trata del
12 de Abril de 2014 o del 4 de Diciembre e incluso podría tratarse de 1914;
habría que poner siempre día, mes y año completo en ese orden para no gastar
tinta, papel y tiempo poniendo “a los 12 días del mes de Diciembre del año
2014”, o Diciembre 12 de 2014.
Algo similar ocurre cuando no se ponen los años de publicación de
los libros, así, El futuro de la arquitectura de Frank Lloyd Wright ya hace más de medio siglo que es pasado
pues fue escrito en 1953 y estamos en 2017. Y peor cuando se pone es el año de
una edición posterior como por ejemplo La
política, 2000, de Aristóteles,
pese a que fue escrito en c. 300 a.EC. Y
hablando de esto, c. quiere decir “cerca a”, pero al fin qué: AC y DC (antes o
después de Cristo, o a.EC y EC, (antes o en la Era Común) o a.NE y NE, (antes o
ya en Nuestra Era.
Mejor sería poner -300 igual que sólo se pone 2017, pero sin pensar que el
primero es negativo en tanto el segundo sería positivo, pues no es nada cierto.
Y en lugar de poner 3:30 a.m. mejor solo 3:30 a, 12 m, y 3:30.
Por su parte, las citas
bibliográficas a pie de página interrumpen la lectura y las que están al final
se dejan de leer. Mejor es poner sólo el autor y el año, entre paréntesis
(Aristóteles, c. 300, a.EC.) quedando el lector enterado de quien y cuando, y
el que requiera más información la puede encontrar en la bibliografía. Por
ejemplo que Nicholas Nassim Taleb
piensa que “nos cuesta más gestionar la abundancia que la escasez” lo podemos
constatar y ampliar en su libro Antifragil,
de 2012, en la página 69 de la edición en español de Espasa Libros de 2013; y
mejor dejar el
contenido adelante y el índice, para nombres, sitios y asuntos, al final. Incluso en las columnas de opinión de los
periódicos cada vez más se citan las fuentes, como debería ser siempre.
La bibliografía debería estar
siempre completa; ya sea la utilizada como base para la redacción del artículo o
libro, o la agregada para enriquecer su contenido, ampliando su información con
lecturas complementarias al mismo o simplemente citando sus referencias. Es
tan fácil y sirve tanto:
Apellido y nombre, titulo original y año (TALEB, Nassim Nicholas: Antifragile, 2012).
Título en la traducción, si es del caso (Antifrágil).
Ciudad, editorial y año (Barcelona, Espasa Libros, S. L. U.,
2013).
Incluso se puede agregar el ISBN (978-84-493-2864-0).
Finalmente están los errores, mas no
sólo los más comunes de ortografía, gramática y digitación sino los de
información y conceptos. Por ejemplo que el agua es incolora (Frey y Davis: El pequeño gran libro de la ignorancia, 2006,
p.138) o dos errores seguidos como que la independencia de Colombia fue en
1813, o confundir el Departamento del Valle del Cauca con el valle geográfico
del río Cauca, lo cual afortunadamente ya es cosa del pasado, y aun se puede
simplificar poniendo sólo valle del río Cauca pues si se trata de un río
obviamente es un valle geográfico, una llanura entre montes
o alturas, como indica el DLE. En esta columna hay algunos, no valles sino errores
¿Cuáles son?
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