Más que las muelas, las culatas y las “pecas”, lo
que más afea las calles de Cali son las llamadas “torres” aunque la mayoría no
lo son, pero compiten con las pocas que sí lo pueden ser por tratarse de
edificios públicos, que sí deberían ser verdaderos monumentos. Todo esto es
algo que se puede entender claramente con las cuatro torres de más de treinta
pisos, una al lado de la otra formando una fila, disque para vivienda social,
que insisten en construir en Cartagena al lado del castillo de San Felipe de
Barajas, lo que va a ocasionar que le sea retirada a la ciudad su condición de
Patrimonio de la Humanidad otorgada por la UNESCO hace años.
Las “torres”, además de ser edificios innecesariamente más
altos, pues para obtener mayores densidades lo que se requiere son más
edificios de mediana altura, son lo que más altera la uniformidad de las
calles, invaden la privacidad de los patios vecinos y no dejan pasar la brisa.
Y, aunque no dejen culatas, son lo que más se ve al tiempo que tapan el paisaje
de la ciudad desde sus partes altas, y desde la parte plana interfieren con la
vista a los cerros y la cordillera, para no mencionar la pobre arquitectura de
muchas de ellas, entre un puro espectáculo, pero pobre, y una simplicidad que
no sencillez, que ignora lo que debe ser una verdadera torre, como si lo es la
pequeña pero muy bella Torre Mudéjar.
El asunto es que la imagen actual de la ciudad es
lamentable. Cali sin duda fue bella hasta que, con motivo de los VI Juegos
Panamericanos de 1971, se dio vía libre a las demoliciones, las muelas, las culatas
y, poco después, a las pecas que se extienden como todo cáncer. Aunque el
entorno natural de la ciudad todavía lo es, y mucho, mucho más de lo que
parecería que el común de la gente se da cuenta, la ciudad misma ya no.
Mientras que uno suma, cada vez menos pues se lo está destruyendo (basta con
mirar bien el Cerro de las Tres Cruces), la otra resta cada vez más (basta con
mirar bien casi cualquier calle), al punto de que la supuesta belleza de Cali amenaza
llegar a cero; a puro cuento.
Pero aunque las medidas podrían ser muy sencillas e
inmediatas, como prohibir dejar muelas y culatas en las construcciones, poner “pecas”
en ellas, y limitar la altura de los edificios, el hecho es que con más normas
no basta, y hasta resulta peor cuando no se piensan y se hacen por hacer creer
que se hace algo, práctica común de muchos políticos actuales. Por eso son
precisos más concejales, alcaldes y funcionarios, más y mejor educados en el
tema de la ciudad en tanto artefacto y obra de arte colectiva, pero antes es
preciso educar a la gente en dichos temas, para que los pueda escoger mejor, ni
dejarse tramar con propuestas que además no cumplen…y que a veces es mejor que
no lo hagan.
Es
decir, educar habitantes para que se vuelvan ciudadanos activos, y con su voto,
debidamente informado, eviten los problemas
urbanísticos, ambientales y arquitectónicos, como los de la vapuleada comuna
compuesta por Ciudad Jardín, parcelaciones atropelladoras, todas las
universidades, muchos colegios, clubes recreacionales y deportivos, y el parque
suburbano de Pance, de los que habla Ramiro Varela (Caliescribe.com Nº
353, 27/01/2018). Y si no hay por quien votar pues hacerlo en blanco para que
los malos políticos actuales sepan que sabemos, y puedan surgir nuevos
políticos que sí se ocupen de la polis y no apenas de sus bolsillos.
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