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“Torres”. 04.03.2018


         Más que las muelas, las culatas y las “pecas”, lo que más afea las calles de Cali son las llamadas “torres” aunque la mayoría no lo son, pero compiten con las pocas que sí lo pueden ser por tratarse de edificios públicos, que sí deberían ser verdaderos monumentos. Todo esto es algo que se puede entender claramente con las cuatro torres de más de treinta pisos, una al lado de la otra formando una fila, disque para vivienda social, que insisten en construir en Cartagena al lado del castillo de San Felipe de Barajas, lo que va a ocasionar que le sea retirada a la ciudad su condición de Patrimonio de la Humanidad otorgada por la UNESCO hace años.

Las “torres”, además de ser edificios innecesariamente más altos, pues para obtener mayores densidades lo que se requiere son más edificios de mediana altura, son lo que más altera la uniformidad de las calles, invaden la privacidad de los patios vecinos y no dejan pasar la brisa. Y, aunque no dejen culatas, son lo que más se ve al tiempo que tapan el paisaje de la ciudad desde sus partes altas, y desde la parte plana interfieren con la vista a los cerros y la cordillera, para no mencionar la pobre arquitectura de muchas de ellas, entre un puro espectáculo, pero pobre, y una simplicidad que no sencillez, que ignora lo que debe ser una verdadera torre, como si lo es la pequeña pero muy bella Torre Mudéjar.

El asunto es que la imagen actual de la ciudad es lamentable. Cali sin duda fue bella hasta que, con motivo de los VI Juegos Panamericanos de 1971, se dio vía libre a las demoliciones, las muelas, las culatas y, poco después, a las pecas que se extienden como todo cáncer. Aunque el entorno natural de la ciudad todavía lo es, y mucho, mucho más de lo que parecería que el común de la gente se da cuenta, la ciudad misma ya no. Mientras que uno suma, cada vez menos pues se lo está destruyendo (basta con mirar bien el Cerro de las Tres Cruces), la otra resta cada vez más (basta con mirar bien casi cualquier calle), al punto de que la supuesta belleza de Cali amenaza llegar a cero; a puro cuento.

Pero aunque las medidas podrían ser muy sencillas e inmediatas, como prohibir dejar muelas y culatas en las construcciones, poner “pecas” en ellas, y limitar la altura de los edificios, el hecho es que con más normas no basta, y hasta resulta peor cuando no se piensan y se hacen por hacer creer que se hace algo, práctica común de muchos políticos actuales. Por eso son precisos más concejales, alcaldes y funcionarios, más y mejor educados en el tema de la ciudad en tanto artefacto y obra de arte colectiva, pero antes es preciso educar a la gente en dichos temas, para que los pueda escoger mejor, ni dejarse tramar con propuestas que además no cumplen…y que a veces es mejor que no lo hagan.
                                                                                                                                                                              Es decir, educar habitantes para que se vuelvan ciudadanos activos, y con su voto, debidamente informado, eviten los problemas urbanísticos, ambientales y arquitectónicos, como los de la vapuleada comuna compuesta por Ciudad Jardín, parcelaciones atropelladoras, todas las universidades, muchos colegios, clubes recreacionales y deportivos, y el parque suburbano de Pance, de los que habla Ramiro Varela (Caliescribe.com Nº 353, 27/01/2018). Y si no hay por quien votar pues hacerlo en blanco para que los malos políticos actuales sepan que sabemos, y puedan surgir nuevos políticos que sí se ocupen de la polis y no apenas de sus bolsillos.

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