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“Construcciones”. 31.03.2018


          Es inevitable que en una ciudad que crece tan rápidamente, y en donde se demuele en lugar de remodelar, se vean muchas construcciones en proceso, lo que además de incomodar a los vecinos y afectar la movilidad, contribuye a afear sus calles. Pero nada se ha pensado al respecto y por lo contrario se suele creer que construir destruyendo es “desarrollo” o “progreso”, lo que pocas veces lo es. O, lo que es más preocupante, que se trata de “cambiarle la cara a la ciudad”; nada menos que a la “capital mundial” de la cirugía plástica, cuyo “mórbido” resultado se puede ver en sus calles y no solamente en sus edificios. Igual que a sus mujeres, muy atractivas, se les cambia para mal su natural belleza.

          Incomodar a los vecinos con vibraciones, ruidos (gritos y máquinas), polvo, materiales para la obra, escombros y tierra removida tirada sobre los andenes, y volquetas trancando las calles y depositando arena o grava en ellas, es el impacto común de las construcciones en una ciudad en donde además lo pueden hacer a cualquier hora y cualquier día y en cualquier parte. Además, e infortunadamente, toda construcción implica invadir la privacidad de sus vecinos, como también algún grado de inseguridad, y no sólo afectación de cimentaciones, muros medianeros y tejados, sino también accidentes, cuando no vandalismo y hasta robos.

          Y además, los nuevos edificios desde luego afectan la movilidad en una calles a las que se les multiplica el número de peatones y carros sin haber sido previamente calculadas para ellos, con el fatal resultado de que cuando el problema se vuelve grave se recurre a la peor solución propuesta en este país: corre los paramentos de los nuevos edificios para dizque ampliar las calles, lo que nunca se ha logrado con este procedimiento pues siempre quedan alguna viejas construcciones dejando las típicas calles a pedazos características de las ciudades colombianas, llenas de “muelas” y “culatas” en las que pintan ya no simples “pecas” sino verdaderas “verrugas”.

          Afear las calles es algo que tal parece muy pocos ven y aún menos son a los que les importa. Fealdad que comienza con las telas verdes rotas y destempladas que cierran las construcciones, y que termina con edificios no necesariamente feos individualmente, sino que al no tener en cuenta su entorno construido necesariamente lo afean. Acostumbrados a la belleza del campo en Colombia, sus muy nuevos ciudadanos no se percatan de la fealdad de sus ciudades probablemente porque se trata de otra cosa muy diferentes; y así es, por lo que es preciso entenderlo para que las ciudades del país traten de ser de nuevo bellas, pues muchas lo fueron y unas pocas lo siguen siendo, igual que muchos pueblos.

          En conclusión, bastaría con no generar más “muelas”, disminuir el tamaño de las “culatas” y terminarlas como fachadas, impedir que las “pecas” sean feísimas “verrugas”, obligar a construir en los improcedentes “lotes” existentes, y organizar a fondo las nuevas “construcciones”.  Y por supuesto destacar los lugares más bellos de cada ciudad y explicarle a los ciudadanos por qué lo son, y lugar de seguir con la estupidez de “cambiarle la cara a la ciudad”, que igual que en cirugía estética de las mujeres puede terminar con su muerte, solo que en las calles es lo que pasa casi siempre, y que no quedan “muertas” sino moribundas.

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