Sobre todo presidenciales, una
democracia hereditaria como se ha dicho, pues las “reales” no pasan de ser una
forma “idiota” de entender la tradición, que es como designaban los griegos a
los que dejan el manejo de sus polis
a otros. Hoy a políticos que suelen ser corruptos e ignorantes, elegidos por
minorías clientelistas pues las mayorías, idiotas que son, se abstienen.
Realidad fatal para las ciudades que crecen mucho y rápido en los países
atrasados. Y qué decir de esos presidentes improvisados y egocéntricos que
mandan, que no gobiernan, maltratando gente o poniendo el mundo en peligro.
O esos alcaldes incapaces elegidos
por grupos interesados que los apoyan y contratistas que los financian, o por
ciudadanos victimas del populismo de políticos profesionales y de su propia
ignorancia de las ciudades, muy nuevas, como lo suelen ser las de las antiguas
colonias de las metrópolis europeas. Y sin duda es más complicado culturalmente
orientar acertadamente una ciudad que gobernar bien un país, al que bastaría
con guiarlo y dirigirlo mientras que en las ciudades hay que considerar que no
solo son complejos artefactos técnicos, sino también obras de arte colectivo.
Pero aunque sea
fácil pensar en concejos municipales integrados por representantes de los
diferentes sectores de la ciudad, la academia y los gremios que tienen que ver
con lo urbano, y que nombrarían a los alcaldes, es difícil volverlo una
realidad en la medida en que son precisamente los políticos, no interesados en
ello, los que la tendrían que llevar a cabo. Pero mientras tanto si se podría
exigir que los diferentes planes al menos se hicieran a partir de diagnósticos
serios e integrados del acontecer urbano tanto cultural como social y económico,
legal como ilegal, y formal como informal, y en últimas político.
Y
sobre todo que sus concejales, alcaldes y demás funcionarios piensen que su obligación es defender los
intereses de sus conciudadanos mediante la ejecución de políticas locales que tengan
por objetivo mejorar su calidad de vida. Y que sean comprobadamente honrados e
independientes de los grupos familiares de presión como de los ilegales, para
lo cual sus bienes y actividades particulares deben ser de conocimiento público
antes de ser seleccionados y luego de cumplir con su periodo de trabajo.
Que debería
ser buscando que sean sostenibles, compactas y densas, con sectores peatonales
unidos por sistemas de transporte público que integren bicicletas y carros de
alquiler con taxis, buses y trenes, lo que se facilita cuando son producto de
conurbaciones, y no arquitectura espectáculo. Y que utilicen lo construido, en
lo que ya se han invertido recursos, agua y energía. Y es básico que entiendan
que hay que conservar la imagen que identifica a los ciudadanos con ellas, privilegiando la vida de ciudad y no apenas
la vivienda.
Ciudades
que deben atraer,
retener y valorar el capital de sus ciudadanos, mas
no apenas económicamente, sino también social y culturalmente, evitando la
fatal equivocación de anteponer la (mala) economía a la sostenibilidad; y no
dejando su manejo solo a los (malos) políticos, lo que lleva a la corrupción.
Pero sobre todo deben mejorar la calidad de la vida en ellas, y ser no solo
eficientes sino también agradables, atractivas y emocionantes e incluyentes,
para que las personas colaboren unas con otras y se relacionen físicamente en
edificios públicos, calles, plazas y parques, en sus diferentes sectores.
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