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Nada aprendido. 30.09.2017


       Leyendo El tercer chimpancé, 1992, de Jared Diamond, quien lo revisó en 2016, queda claro que el ser humano desarrolló características únicas como la lengua, las herramientas y el arte, que pronto lo llevaron a las religiones y después a la filosofía y la ciencia. Pero la agricultura y la medicina lo han conducido a la sobrepoblación, la tecnología amplio su violencia a los genocidios y llevó a la destrucción de la naturaleza (de la que forma parte), al cambio climático y, con la ciencia, al peligro nuclear. “Por primera vez en la historia de la humanidad […] nos enfrentamos a la posibilidad de un desastre general terrible por culpa de nuestras acciones”, dice Noam Chomsky (Porque lo decimos nosotros, 2015, p. 127).
                                                                                                                                                                       Y al consumismo de infinidad de cosas de obsolescencia programada, promovidas por una propaganda engañosa, y los contratistas y políticos corruptos, elegidos por la ignorancia de sus electores, se suma La estetización del mundo, como titulan Gilles Lipovetsky y Jean Serroy su libro de 2013. “La economía liberal destruye los elementos poéticos de la vida social; produce en todo el planeta los mismos paisajes urbanos fríos, monótonos y sin alma, impone en todas partes las mismas libertades de comercio, homogenizando los modelos de los centros comerciales, urbanizaciones, cadenas hoteleras, redes viarias, barrios residenciales, balnearios, aeropuertos […] se tiene la sensación de que estar aquí es como estar en cualquier otra parte” (p. 8).
                                                                                                                                                                         Recordando a Arthur Wichmann, explorador y catedrático holandés quien dijo en 1912 “¡Nada aprendido y todo olvidado!” Diamond argumenta, por lo contrario, que  “puesto que somos nosotros mismos los que hemos creado nuestros problemas, de nosotros depende resolverlos [pues] la capacidad de aprender de la experiencia de miembros de nuestra especie de lugares distantes o del pasado remoto sí es un rasgo singular de la humanidad” (p. 489), y destaca la importancia de estudiar la geografía (no la de los nombres de los países y sus capitales) “para que los futuros políticos aprendan las consecuencias que los mapas tiene en nuestras vidas” (p. 339).

                                                                                                                                                                      Que la historia está determinada por la geografía ya lo dejó en claro Fernand Braudel en El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, 1981, y tal vez en la América andina más que en otras partes. En Cali, precisamente ubicada en un valle interandino, la geografía no sólo hace años se sacó del pensum de los colegios, sino que en general se ignora lo que significa vivir en un clima tropical templado (muchos llevan saco en lugar de una cómoda y bonita guayabera), al lado de una alta cordillera mirando un amplio valle recorrido por un ancho rio, y su arquitectura suele pasar por alto su relieve, clima, paisaje y tradiciones de lo que tan certeramente habló Le Corbusier (Obra Completa, 1938-46, 1955).
                                                                                                                                                                        Así las cosas, aunque nos salvemos nuevamente de un desastre nuclear, el hecho es que el trastorno climático ya nos comienza a afectar, como se comprobó aquí no más  este año en Mocoa y Manizales, al incrementar la frecuencia e intensidad de las lluvias (y como siga así ya no bastará con llevar saco sino que se necesitara gabardina). Pero por supuesto lo peor es la sobrepoblación que acelera un consumismo que con su uso de combustibles fósiles genera más gases de efecto invernadero lo que afecta todo: la biodiversidad, las fuentes de agua dulce, los glaciares y el nivel del mar. 


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