En un artículo de ArchDaily, uno de sus colaboradores, Finn MacLeod, habla de 19 celebridades que dejaron la
arquitectura para seguir otras trayectorias profesionales (http://www.archdaily.mx/mx/author/finn-macleod) ¿Cómo hacer para que aquí al menos la
mitad de los estudiantes de arquitectura los imiten? La realidad es que a la
mayoría no les interesa lo que estudian, o simplemente no les interesa el
estudio ni ser celebridades, y lo peor son los que quieren ser arquitectos
célebres no arquitectos de verdad; son los que han degradado este milenario
oficio devenido ahora en profesión.
Está claro que se necesitan menos
arquitectos y que sean los mejores, y esto se podría lograr si para poder
ejercer se les exigiera al menos unos años de experiencia trabajando en
oficinas reconocidas de arquitectura, como en EE. UU., y no apenas una maestría
como se exige actualmente en la Unión Europea. El hecho es que la arquitectura
además de teoría, precisa, como en todo oficio, de una indispensable practica
continua, tal como en las llamadas desde la antigüedad artes vulgares (arquitectura, escultura, pintura) y
después artes mecánicas, en contraposición a las artes liberales, según si tenían un origen
intelectual o manual. Es decir, que la arquitectura vendría a ser un
arte mecánico-liberal.
Y desde luego están los otros oficios
derivados de la arquitectura, como el diseño de muebles y partes prefabricadas
de los edificios, los que hay que reinventar casi todos para que los edificios
vuelvan a ser sostenibles, y está la misma arquitectura de interiores. E
igualmente otro tipo de diseños, desde el gráfico al industrial, en los que diseñar no es en sí mismo un
hecho artístico, aunque puede valerse de los mismos procesos en pensamiento y
los mismos medios de expresión, siendo en conclusión la búsqueda de una
solución a un problema. Justamente lo que deja de lado la arquitectura
espectáculo, la que se interesa apenas en llamar la atención y no en resolver
bien una función.
Cambiar
la manera de ejercer la profesión de la arquitectura es urgente debido al
trastorno climático, el que demanda una arquitectura sostenible, que tenga en cuenta el impacto que
va a tener el edificio durante todo su Ciclo de Vida, desde su construcción,
pasando por su uso y finalmente qué sucederá con los restos del edificio si es
que se tiene que demoler, lo que habría que evitar, y apenas readecuar, como
parte de su sostenibilidad. Que considere además la huella ecológica de los
recursos que se va a utilizar, los consumos de agua y energía y los residuos
que generarán los usuarios. Y por supuesto evadiendo el nuevo espectáculo de
mucha de la llamada engañosamente arquitectura verde, tan de moda ahora.
En conclusión, hay que insistir en
que en Colombia las universidades ofrezcan más programas de estudios
relacionados con el diseño y la construcción, y que el estado reglamente el
ejercicio de la profesión con más rigor, tal como lo hace con los médicos,
ingenieros o abogados, considerando que la mala práctica de la arquitectura no
sólo afecta a los individuos que la usan, sino que, en tanto conforman el
espacio urbano público, afectan a todos los ciudadanos. El hecho es que aquí se
usan las palabras arquitecto y arquitectura para cuanta cosa hay –desde
asesinos hasta computadores- menos para hablar de la arquitectura en sí misma,
que es como Bruno Zevi título en latín su libro de 1964, Architectura in nuce
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