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Dónde o cómo. 08.04.2017


      Peter Zumthor (Basilea 1943) en su libro “Pensar la arquitectura”, 2010, recuerda esos “edificios que se alzan como esculturas en el paisaje y parecen haber surgido de él” y cómo “el material y la construcción tienen que relacionarse con el lugar, y a veces incluso proceder directamente de él” y que “para bien o para mal, en el paisaje ha quedado almacenada la historia de nuestra relación con la tierra, y probablemente por ello hablamos de paisaje cultural” (pp. 95 a 101).

   El hecho es que en el emplazamiento de una construcción ya debe estar implícito su uso, su construcción y su forma, como querría Vitruvius, y de ahí que sea igualmente definitivo su proceso de proyectación: con que método se proyecta y cuáles son los pasos a seguir. Repitiendo el título del libro de Zumthor, se trata de cómo pensar la arquitectura, ya que como él también lo advierte “la urbanización descontrolada hace que el paisaje desaparezca”.

    Se trata de pensar en donde poner en el territorio lo que se tiene pensado, buscando cómo volverlo un lugar cultural, o cómo proyectar lo adecuado para no dañar un paisaje existente ya sea natural o urbano. Son premisas claves de la arquitectura pues bien lo dice Zumthor, “la mayor parte de las veces estamos rodeados por un paisaje cultural”, especialmente en las ciudades, precisamente, y mucho más en las más grandes en las que el paisaje natural está ya muy lejano o es llano o se lo ha tapado con edificios.

   A partir de la modernidad el no saber dónde ni cómo emplazar los nuevos edificios ha sido fatal para las ciudades, y más cuando se demuele lo existente, que con el paso del tiempo llegó a ser su patrimonio construido, y peor aun cuando se remplaza con despropósitos que por lo contrarío pasaran pronto a la historia, pero a la historia de la infamia. No son pocos los ejemplos en ciudades que como Cali han crecido muy rápidamente en el último siglo.

   En estas nuevas ciudades “el cielo, los aromas, las gradaciones de luz, los colores y las formas [del] paisaje de la infancia” del que habla Zumthor, están en otra parte para la gran mayoría de sus muy nuevos habitantes. O sólo en su recuerdo pues “sus” ciudades ya son otras, las que por lo demás cambian rápidamente volviendo pronto extraños algunos de sus sectores, y con peores consecuencias cuando se trata de sus centros históricos, como es el caso extremo del de Cali.

  De ahí lo urgente de entender que “la síntesis funciona: la obra constructiva y el paisaje se funden, crecen juntos instauran un nuevo lugar, un lugar inconfundible” como termina Zumthor. Se trata, pues, de una arquitectura regionalista que se apoye en la tradición y busque una arquitectura del lugar de nuevo sostenible y contextual, continuando lo mejor que dejó la arquitectura moderna, y que persiga ser para cada lugar como lo propuso Kenneth Frampton (El regionalismo crítico: arquitectura moderna e identidad cultural, 1985).

  Se trata, entonces, de encontrar nuevas relaciones entre lo viejo y lo nuevo para que se potencien mutuamente; una continuidad histórica, capaz de dotar de nuevas condiciones de significado y uso al edificio. Buscar nuevas relaciones, formas de percepción y emociones, donde lo viejo y lo nuevo, lenguaje y técnica, composición y construcción, persigan una misma línea de desarrollo que encuentre su propia estética, basada en “dónde y cómo”, y no que parta de copiar modas foráneas ya pasadas de moda por lo demás.

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