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Huevos de plomo. 01.06.2019


      Lo que está acabando con nuestros huevos de oro (paisajes, climas, biodiversidad, literatura, artes arquitectura colonial) es nuestra corrupción, violencia, egoísmo, ignorancia e hipocresía que terminarán matando a nuestra envidiable gallina de la mano de la arrogancia revolucionaria y lo malo de las ideologías, como advierte Carlos Alberto Montaner en Las raíces torcidas de América Latina, 2018, sino surge un “cisne negro” es decir, algo inesperado, o que ya asomó pero muchos no lo ven.

      Corrupción, es el peor mal de este país, pues se vive con ella todo el tiempo, a todos los niveles, en todas las cosas. Cohechos, coimas, sobornos, mermeladas, untos, y si es necesario pues “plato o plomo” como amenaza el dicho mafioso pues precisamente ha sido el negocio ilegal del narcotráfico el que ha mantenido una sociedad en la que lo de que “se acata pero no se cumple” viene desde la colonia como parte de la cultura colombiana.

    Violencia, aparte de amenazas, venganzas, asesinatos, atracos, robos y demás, está la de los conductores contra otros conductores y contra los peatones o, por increíble que sea, la de estos contra otros peatones o incluso contra los mismos carros, para no hablar de los insultos para todo cuando hijueputa no basta y hay que decir tetrahijueputa. Es en este país el modo natural de proceder y no contra el natural modo de proceder como la define el DLE.

       Egoísmo, que lleva a ignorar los derechos de los otros, como cuando se producen ruidos y olores que los incomodan y por eso llamados ajenos, o se bloquean garajes o se invaden o alteran andenes y antejardines, o se pintarrajean las fachadas pues “yo” hago con “mi” casa lo que se “me” da la gana, pasando por alto que en tanto da al espacio urbano público ya no sólo es privada igual que los antejardines y que los andenes son públicos y no privados.

      Arribismo, que se manifiesta en la ignorancia de las tradiciones urbanas y arquitectónicas y del patrimonio cultural mueble e inmueble, en aras a un supuesto modernismo, lo que ha llevado a su desprecio, lo que es propio de una sociedad tan dependiente culturalmente, en todos los niveles de la sociedad, de lo norteamericano ahora y antes de lo europeo no español. Lo “in” es usar palabras en inglés aunque existan en español.

     Hipocresía, pues el fingimiento de cualidades o sentimientos  contrarios a los que de verdad se tienen o se sienten o experimentan es pan de todos los días; como llamar “arte urbano” a las “pintadas” en los muros de la ciudad simplemente porque carecen de letreros de contenido político o social. O hablar de la paz cuando aún no se ha terminado la guerra o llamar conflicto armado a la subversión o llamar subversión a la violencia ejercida por el narcotráfico.

    Y ese “cisne negro”, como los llama Nassim Nicholas Taleb en El Cisne Negro, 2007, es la educación. Aunque sería mejor hablar de educaciones pues son varias: la cívica; la básica; la técnica; la profesional; la especializada; y la científica; y todas juntas desde luego forman parte fundamental de la cultura, con la cívica, en primer lugar; esa que tanta falta hace en esta ciudad tan poco cívica y con tantos atarbanes en lugar de ciudadanos educados, los que paradójicamente lo son, y mucho, cuando pasan a lo personal.

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