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El tamaño sí importa. 15.09.2018


     Lo dejó claro José Mujica refiriéndose a Uruguay (El Espectador 04/09/2018), y es el caso de Cali, un distrito más grande que especial. Y es aún más importante cuando se trata de las ciudades, en las que el grave problema de la sobrepoblación del planeta se manifiesta crecidamente pues en ellas ya vive más de la mitad de la humanidad, y en muchos países, como Colombia cerca de las tres cuartas partes. Un país ejemplar como Uruguay tiene tres millones y medio de habitante mientras el área metropolitana de Cali, la que existe de hecho mas no oficialmente, probablemente se acerque a esa cifra, alejándola cada vez más de poder ser una ciudad ejemplar; ¿o es que Bogotá si lo es?

      Y ya se sabe que en Colombia, como en muchas partes del mundo, la mejor calidad de vida se alcanza es en las ciudades intermedias. Como hace décadas lo dijo Lewis Mumford (La cultura de las ciudades, 1938), hay que entenderlas como escenario de la cultura, e igualmente que su progreso depende de que sean atractivas para personas inteligentes y que permitan que colaboren entre si al encontrarse en calles, plazas y parques, mercados, cafés, restaurantes, bibliotecas, museos y centros culturales, como ahora lo pide el economista Edward Glaeser (El triunfo de las ciudades, 2011) es decir, en ciudades de verdad especiales como lo son en todo el mundo las que lo son de verdad.

     De ahí usar lo de “Cali: Distrito Especial” para dividir la ciudad en localidades, “lugares o pueblos” como las define el DEL, considerando su geografía e historia y de las que ya se ha hablado en esta columna y en ¿Ciudad? de  El País. Es decir, en distritos, los que son “cada una de las demarcaciones en que se subdivide un territorio o una población para distribuir y ordenar el ejercicio de los derechos civiles y políticos, o de las funciones públicas, o de los servicios administrativos”; o sea verdaderas “ciudades dentro de la ciudad” que como ya se sabe fue una acertada política urbana en Colombia en la década de 1970 pero que, como tantas, no se aplicó justamente por serlo.

Pero de nuevo surge el factor del tamaño y hay que conformar dichas localidades con barrios más pequeños, pues como lo define el DLE  estos son “cada una de las partes en que se dividen los pueblos y ciudades o sus distritos”, los ahora llaman localidades poniendo en evidencia el desconocimiento de lo urbano de los que desarrollaron, es un decir, lo de “Cali: Distrito Especial”. Y por consiguiente hay que  hacerlo con los conocedores del tema (historiadores locales, urbanistas, arquitectos, políticos) desde ellos mismos y con sus vecinos y no por contratistas desconocedores de esta ciudad y desde un escritorio en Bogotá, a su vez tan desconocedora del mundo y de las ciudades.

Y los barrios habría que dividirlos en vecindades, esos “lugares en los que habita un conjunto personas que viven en distintas viviendas inmediatas las unas de las otras” y en las que sí que es decisivo su tamaño; son algunas manzanas en los barrios tradicionales y esas unidades cerradas de vivienda en las que a muchos les encanta encerrarse. En conclusión, el tamaño sí importa en lo que tiene que ver con las ciudades, y lo de “Distrito Especial” debe servir para regresar a Cali a sus justas proporciones, reactivando el ferrocarril de Palmira a Buenaventura y de Santander de Quilichao a Cartago, regresando al óptimo sistema de ciudades intermedias del valle del río Cauca.

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