Aunque
muchos estarán pensando que no servirá de nada, lo importante es que la
consulta fue una votación sin corrupción: sin maquinarias ni mermeladas ni
promesas, como ya lo han anotado varios columnistas. Pero ahora toca continuar
ya que los corruptos no son solo los políticos, pues ya se sabe que la empresa
privada igual lo es, y aún más, al punto de que las obras publicas son el
monumento a la corrupción. Pero también lo son muchísimos ciudadanos; desde los
que le dan plata al policía de tránsito hasta los que compran apartamentos en
edificios sin importarles si tienen los permisos requeridos o si cumplen con
las normas, ignorando que es una responsabilidad compartida.
El hecho es que en el negocio
inmobiliario cómodamente se espera un comportamiento ético por parte de los
diferentes profesionales que intervienen en él; funcionarios, arquitectos,
ingenieros, constructores y vendedores. Pero igual lo habría que esperar de los
compradores de casas o apartamentos, haciéndolos corresponsables de los daños,
inconvenientes y molestias que lo que compran le ocasione a la ciudad, el
barrio, los vecinos o los copropietarios. Por eso deben verificar los permisos
y el cumplimiento de las normas vigentes de lo que van a adquirir, por su
propio bien, y además no tener que afrontar eventualmente las consecuencias
legales de no haberlo hecho.
Y
con respecto a las obras públicas, qué más corrupción que pagar costosísimos
proyectos para obras que no se necesitan o que se sabe de antemano que no habrá
dinero con que llevarlas a cabo. Es el caso del puente
de la Calle 21 entre Avenida 2N y Carrera 4, diagonal al comando de la Policía
Metropolitana, que está siendo demolido para dar paso a un equivocado parque
lineal del río Cali, y que allí mismo se construirá “en cinco meses” un nuevo
“viaducto”, en lugar de reforzar el puente existente y ampliarlo, ajustando el
proyecto a lo existente, aspecto vergonzosamente ausente en dicho proyecto,
otorgado a dedo, otra forma de corrupción, el que cada vez se aplaza cada vez más,
al punto de que ya se está deteriorando si haberse terminado ni podido usar, a
lo que tampoco invita.
Pero así como en
las organizaciones, especialmente las públicas, la corrupción consiste en la
utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de
otra índole, de sus gestores, la corrupción de las costumbres consiste no
apenas en la tolerancia social a la corrupción política y economía, sino que en
ultimas lleva a la corrupción de la cultura. La que en este corrupto país se
disparó con la prohibición a las drogas, que lleva a mas corrupción y violencia
e impide controlarlas adecuadamente como un problema de salud pública, mientras
que en Estados Unidos se va legalizando estado por estado su consumo recreativo,
ya son más de la mitad y los más poblados.
Afortunadamente aquí las cosas parece están
comenzando a cambiar; casi doce millones de ciudadanos así lo creemos. Ahora,
además de buscar que se termine la inútil guerra contra el narcotráfico, es
imperativo ocuparse en Cali de asuntos tan importantes como que no haya corrupción
en la creación de las localidades que pide el Distrito Especial; que no se
privilegien los viaductos en lugar de los andenes solo porque en aquellos la
corrupción es muchísimo mayor; combatir el consumismo aupado por la
obsolescencia programada o inducida, e igualmente la contaminación y la
sobrepoblación; o de que entiendan las Autoridades que la movilidad y los usos
del suelo se deben acoger al nuevo eje urbano propuesto por un grupo de
profesionales adjunto a la SMP de Cali.
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