Del latín socculus, es el cuerpo inferior de
un edificio y sirve para elevar sus cimientos a un mismo nivel, pero lo que no
dice el diccionario es que sobre todo lo realza en el entorno en el que se
encuentra, como tantos en el mundo; del Partenón, 447- 432 a.EC., a la Opera de Sydney, 1957, que los tienen
imponentes. En Colombia se le dice zócalo al friso, es decir la faja de la parte inferior de las paredes,
la más cercana al suelo, para
protegerlas de golpes y salpicaduras o con
sentido estético, que en las casas tradicionales sencillamente se suele
pintar de otro color, pero que surte el efecto arquitectónico contrario del
verdadero zócalo: las rebaja al hacerlas ver más bajas, precisamente.
Se
puede comprobar en Cali comparando los muros de La Merced, en la Calle Cuarta,
encalados hasta el suelo, con los de las casas de tradición colonial al frente,
a las que el friso que se les ha ido pintando las hace ver más bajas de lo que
son, lo que acentúa su paramento corrido de un solo piso. Al tiempo que,
contradictoriamente, su color morado recuerda la famosa
púrpura imperial de Tiro, parecida a la "sangre coagulada negruzca", muy
usada por los antiguos fenicios hacia el 1600 a.EC. Este “color
fenicio” era muy costoso y apreciado en Roma, pasando su uso y prestigio a la arquitectura
románica y a continuación a la hispanomusulmana,
y llegó al Nuevo Mundo dejando en Cali su tan bella y roja Torre Mudéjar
El
Zócalo es como se conoce popularmente la plaza principal de Ciudad de México porque en 1843 Antonio López de
Santa Anna convocó a un concurso
para un monumento conmemorativo de la Independencia del Virreinato, del que
sólo se colocó su zócalo. La Plaza de
la Constitución, que es como realmente se denomina, es la segunda más
grande del mundo y la primera en Hispanoamérica, denominada así en honor a la Constitución de
Cádiz promulgada en 1812, y un siglo después fue el nuevo nombre que se le dio a
la Plaza Mayor de Cali, pronto sustituido por el de Plaza de Caicedo, pese a
que ya era un parque siguiendo el modelo de los franceses después de la
Revolución de 1789.
Realzar,
en arquitectura, significa levantar mediante un zócalo un edificio algo más de
lo necesario constructiva o funcionalmente, para engrandecerlo y que su llegada
emocione. Es lo que la distingue de la simple construcción, que sólo puede
lograrlo a través de conformar un conjunto compuesto por edificaciones
parecidas, como en un pueblo o barrio tradicionales. Y el caso es que el Centro
de Cali ya no es un barrio tradicional, como San Antonio, pero en el que se
encuentra un sólo rincón que si lo es: justamente el de la calle que se llamaba
de Buenaventura, a la altura de La Merced, en donde Jacques Aprile insistía que
se había fundado Santiago de Cali.
Además
de la Iglesia, el Convento y la sede de la Arquidiócesis, están el hoy Centro Cultural
de Cali y las pocas casas de tradición colonial que quedaron (no hay anteriores
al siglo XIX) como la construida en 1850 para
doña María de las Nieves Escobar, que su actual propietario, Don
Hernán Martínez Satizábal, generosamente donó a la Sociedad de Mejoras Publicas
de Cali. Esta debería liderar, comenzando por las pocas manzanas a su alrededor
que quedan del Centro Histórico que propuso hace medio siglo el arquitecto José
Luis Giraldo, la ejecución de las propuestas puntuales del Plan para el Centro
Ampliado, de hace unos años, dentro del reciente Plan Especial de Manejo, PEM,
para el Centro, de Univalle.
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