Para Rogelio Salmona, arquitectura y ciudad son inseparables. En los
edificios de El Polo, 1962, con Guillermo Bermúdez, deja adelante una plazuela,
que pese a haber sido cerrada con una reja años después conserva su carácter de
espacio público, y mantiene mediante retranqueos la paramentación de las
calles. En la Fundación Cristiana estas convergen hacia los cerros, a los que
miran las terrazas de los edificios, recurso que también usa en las casas en
hilera de La Palestina y en su proyecto para la cooperativa Los Cerros. Y en el
Centro Gaitán, aun sin terminar, sus tres patios, unidos por su diagonal, y sus
rampas y terrazas lo integran a su entorno, como lo ha observado Alberto
Saldarriaga.
Las Torres del Parque,
1965-1970, forman parte del panorama urbano de Bogotá y evidencian el bello
perfil de las montañas que la rodean, recuerda Marina Waisman. Son un
definitivo hecho ciudadano por su rotunda implantación en su contexto urbano
preexistente y en el paisaje, y sus espacios abiertos y públicos hacen que la
ciudad toda pase por ahí, como dice Carlos Niño, constituyendo un hito que generó la
renovación del sector. Por la manera como involucran la Plaza de Toros de
Santamaría y el Parque de la Independencia, importantes preexistencias
ambientales, pronto se sumaron a la Plaza de Bolívar y a Monserrate y Guadalupe
como lugares emblemáticos de la ciudad.
El Archivo General de la
Nación crea una secuencia de espacios públicos y su patio cilíndrico es una
gran puerta entre la institución y la ciudad, como dice William Curtis. Sus dos
edificios forman cada uno una manzana cerrada, igual que, más lejos, el Centro
Comunal del barrio, formando parte del conjunto de vivienda de la Nueva Santa
Fe que sigue, recreándola con la introducción de una larga diagonal, la traza
colonial ortogonal de la ciudad. La planta alrededor de un espacio semipúblico
se concreta también en el Automóvil Club de Colombia y en su propuesta para el
concurso de la Alcaldía, detrás del Edificio Liévano, en la Plaza de Bolívar.
En la Biblioteca
Virgilio Barco, se descubren la ciudad, sus cerros y su cielo, y los estanques
y el parque que la rodean son parte integral de la misma. Arquitectura, paisaje
urbano y natural, clima y tradiciones interactúan seductoramente para
visitantes y usuarios. En medio del parque se entrelazan el edificio y sus
alrededores, cuyas construcciones complementarias, plazuelas y senderos se
curvan, bajan, suben y esconden prometiendo sorpresas como de laberinto de
enamorados. Los espacios al aire libre y los recintos cerrados se complementan.
Los que leen se ven tentados a ir al parque y los que caminan por sus senderos,
terminan entrando a la biblioteca.
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