Ir al contenido principal

El civismo urbano. 22.10.2016


Tal es el título del capítulo X del “Manual de civismo”, 2014, el libro de Victoria Camps y Salvador Giner que en Cali todos deberían leer o al menos las ocho cortas  páginas de dicho capítulo... o siquiera esta columna hasta el final. El asunto es que el civismo trata del modo de vivir en la ciudad, propio del ciudadano; es esa paz urbana de la que no habla el acuerdo. Como  ellos lo dejan en claro en la introducción, son tres palabras originadas, precisamente, en “civis”.

Son los que afean la ciudad privándola de su encanto. Los que la ensucian, o que dejan que sus perros lo hagan, los que pintarrajean sus muros, los que hacen ruido con su música o con sus vehículos o con sus pitos o con sus reparaciones locativas los fines de semana, los que se pasan los semáforos en rojo, o no respetan los pasos peatonales o se estacionan en los andenes, los que cruzan las calles por la mitad, los que demuelen construcciones sin permiso, los que cuelgan grandes avisos en edificios dizque destinados a la cultura, o instalan vallas o antenas en cualquier parte y sin ninguna consideración.

El civismo urbano que proponen Camps y Giner es el del mínimo comportamiento respetuoso de los demás que cualquier ciudadano debe practicar so pena de convertirse en un antisocial y hasta en un delincuente. Es preciso, dicen, que “las personas sean de una misma manera si quieren vivir juntas” pues las ciudades necesitan personas cívicas, dispuestas a compartir unas normas y a respetarse mutuamente con prudencia, templanza y sabiduría, virtudes de las que ya habló Aristóteles, quien consideraba que lo que nos hace únicos es la capacidad de actuar de acuerdo con la razón (Tom Butler-Bowdon, 50 Clásicos de la filosofía, 2013, p. 36).

Pero, como lo recuerdan Camps y Giner, Rousseau ya advirtió que las leyes deben “reinar en el corazón de las personas” pues mientras la fuerza legislativa no les llegue a fondo siempre serán incumplidas. Es decir que deben ser parte de la cultura y sobre todo cumplibles, lo que con inaudita frecuencia no es posible con muchas normas en Cali; por ejemplo las de tránsito, como se ha explicado en esta columna. Y además aquí si que abundan los simplemente idiotas, “del lat. idiōta, y este del gr. ἰδιώτης idiṓtēs”, como llamaban los griegos a una persona que no está integrada a la “polis”.

El problema es, pues, saber convivir con el consumismo, la anomia y la multiculturalidad, como concluyen Camps y Giner. Especialmente con ese conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación, que es en lo que consiste la anomia, como también ese trastorno del lenguaje que impide llamar a las cosas por su nombre, que es su segunda acepción, o que pide que se hable bien de lo que a todas luces va mal, para tapar el Sol con las manos.

Y, como advierten ya en el capítulo I, “vivir es convivir” y todo lo que somos ha sido producido por la ciudad en la que nos criamos: el idioma, la cultura, el comportamiento social, la economía y desde luego la política, que es el manejo de la “polis”. El que debería ser para paliar las desigualdades y la arbitrariedad del poder social y económico, y que lo altruista no ceda ante el egoísmo, que la regla de oro sea “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti mismo” de la que habla Rousseau: “La libertad consiste menos en hacer la propia voluntad que en no estar sometido a la de otro, consiste además en no someter la voluntad de los demás a la propia” (Tom Butler-Bowdon, 50 Clásicos de la filosofía, p. 334).

Comentarios

Entradas populares de este blog

El (des) Gobierno Municipal. 21.05.2016

         El desordenado proceso del control del patrimonio construido en la ciudad, y en realidad de todo lo que se construye o destruye en Cali, lamentablemente suena a la vieja canción: songo le dio a borondongo, borondongo le dio a bernabé, bernabé le pego a muchilanga, le hechó a burundanga y le hincha los pies. Es el futuro cantado de San Antonio, el triste pasado del Centro de Cali, el escandaloso caso allí del Hotel Aristi, y el sainete del Colegio de La Sagrada Familia, frente al parque del barrio El Peñón.                                                                                                                                 ...

Soñar Políticas para la Polis. 07.12.2013

   El descontrolado incremento demográfico mundial lleva   cada vez más gente a vivir en las ciudades. Y su rapidez aquí, un buen negocio para empresarios, terratenientes y contratistas, significó más delincuencia y   accidentes de tránsito, la demolición del patrimonio cultural (memoria colectiva) y   la construcción de edificios espectáculo (que no espectaculares) e inseguros, y el despilfarro de energía y agua potable. Es el caso de los tres millones de Cali, que nadie quiere contar.                                                                                 ...

La nueva arquitectura. 27.08.2016

        Lo urgente de lo sostenible deberá lograr que la arquitectura de nuevo sea bella y eficiente como fue la edilicia de siempre en todas partes. Los nuevos profesionales, formados en las universidades deberán buscar que las técnicas apropiadas para una arquitectura sostenible los lleven a nuevas formas coherentes, en lugar de inventárselas caprichosamente como en la arquitectura espectáculo, o falsamente ecológicas como en mucha de la vendida como “verde”. Para principiar, lo construido debe durar mucho y ser fácilmente adaptable a nuevas distribuciones y usos, como también para su mantenimiento, remodelación a fondo, o el reciclaje final de sus materiales si es del caso. Y su construcción, uso y mantenimiento debe consumir el mínimo de agua y energía y generar el mínimo de contaminación, sobrantes, escombros y desperdicios. El ejemplo a seguir es desde luego la arquitectura tradicional, tan bien adaptada a su clima, paisaje y tradiciones, que hay qu...