Del
latín “integrālis” es lo global, lo
total; la suma de las partes de un todo en que ninguna es esencial de manera
que el todo puede subsistir sin ella; pero lo que no puede hacer sólo con una o incluso
con varias. Por ejemplo, una ciudad sin ciudadanos no pasa de ser un sitio
arqueológico o un pueblo fantasma, y los ciudadanos sólo lo son de verdad en
las ciudades, y ya ni siquiera pueden volver a vivir en el campo pues no
cabrían. Es lo que no entienden en Cali, en donde hoy trata de vivir (mal)
mucho más de la mitad de la población del valle del río Cauca.
La ciudad es un todo que incluye ciudadanos:
mujeres, hombres, niños, adolescentes, adultos y ancianos; espacio urbano público
como andenes, calles, avenidas, plazas y parques; transporte como trenes,
buses, taxis, carros particulares, motos, y bicicletas; servicios públicos como
energía, agua, alcantarillado, basuras y telecomunicaciones; y equipamiento
urbano para educación, salud, cultura, deporte y recreación; además de
edificios para la vivienda y el trabajo.
No
entienden que no puede prescindir de ninguno de estos aspectos sin que se vea
comprometida toda la ciudad, y que todos tienen que ver de una manera u otra
con los demás. En Cali no se ha entendido que cada vez habrá más ancianos, ni
la importancia de contar con andenes adecuados y recuperar el ferrocarril; el
agua se está acabando, los hospitales públicos colapsan, se hacen viviendas de
(des) interés social lejos de los sitios de trabajo y se toleran centenares de
lotes en medio del casco urbano.
Tampoco
comprenden que, por ejemplo, el “trancón del sur” no se resuelve con una sola
medida sino con varias y simultaneas: orden en su
trazado vial, en el diseño de las vías, tanto calzadas como andenes, en su
señalización, demarcación y uso, en la semaforización, en el comportamiento de
los automovilistas, motociclistas y ciclistas, en el transporte público, en los
horarios de los centros para la educación y por supuesto en el uso del suelo
urbano, como se propuso en la columna ¿Ciudad) de El País del 17/09/2015.
Nunca entienden que la seguridad no es sólo un asunto de más policía
sino igualmente una mejor; ni que la movilización de los ciudadanos empieza por
mejores andenes. Que el trasporte masivo solo es posible con trenes, que hay
que disminuir el número de carros particulares y aumentar el de las bicicletas.
Que es necesario consumir menos agua y no sólo hacer más embalses, y que es
mejor pensar en varios que a la vez sean parques. Que son precisos más parques
de barrio y utilizar los cerros como zona verde. Que es mejor que el estado haga
viviendas para alquilar para garantizar la movilidad urbana de sus ocupantes.
Y menos aún se comprende que en las ciudades no
queda más remedio que ver su arquitectura y que para poder mirarla hace falta
un poco de historia. Que es omnipresente al contrario de otras manifestaciones
artísticas como las artes plásticas, la música y la literatura que cada uno
puede seleccionar como quiera y cuando quiera. Aquí no es evidente su
importancia primordial en la cultura, por lo que debería ser del interés de los
que pretenden orientarlas, pero igualmente de todos los que habitan en ellas.
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