Lo general, del latín
“generālis”, es lo común a todos los individuos que constituyen un todo, o a
muchos objetos, aunque sean de naturaleza diferente, y por lo tanto, lo más común,
frecuente y usual. E integra la suma de las partes aunque ninguna sea esencial de
manera que puede subsistir sin ella pero lo que no puede hacer sólo con una de
ellas o incluso con varias, concepto este, el de “integrar”, poco generalizado
en esta ciudad en particular, pese a lo tan desintegrada que está.
El problema de fondo en Cali es
que lo general no existe o tiene tantas excepciones que deja de ser tal. Sus
problemas se ven como puntuales y por lo tanto sus soluciones lo mismo. Y por
eso priman los falsos caudillos y no los políticos con ideas generales, los
expertos descontextualizados y que lo son sólo porque lo proclaman sin
demostrarlo y los planes que no lo son porque justamente no lo son a partir de
unas generalidades, además pocas y pertinentes.
En
lo urbano no se considera el área metropolitana de la ciudad, y por lo tanto no
puede haber un verdadero plan general de ordenamiento para sus
partes, sectores, barrios, manzanas y calles, indicando su uso,
restricciones, ocupación del lote y altura del edificio, ni las normas
generales, pues la normativa que existe está repleta de excepciones y
contradicciones, además de que no se cumple; pues lo que sí está generalizado
en esta ciudad es que todo el mundo hace lo que le viene en gana.
En el asunto de la movilidad de
los ciudadanos no se cuenta con un plan general vial, ni un sistema de transporte público e integrado, y por tanto todas
las “soluciones” son puntuales, además de que cada conductor tiene que
interpretar la señalización y demarcación de las vías como pueda, pues no son
claras e incluso contradictorias y por lo tanto peligrosas. En lugar de normas
generales para poder conducir de cualquier parte a cualquier otra, cada
conductor tiene que “descubrir” su ruta en cada caso, lo que además alienta el
actual encargado del tránsito.
En lo arquitectónico no se
consideran unas determinantes generales en tanto emplazamiento, uso,
construcción, forma y manejo del proyecto, para lograr una arquitectura para el
lugar, sino normas inconexas u obsoletas
o extremas, que llevan a intentos descontextualizados, puntuales e individualistas
y falsamente creativos u originales, que no aportan mejores partes de la ciudad
sino que la destruyen, incluyendo la demolición de su patrimonio construido.
En su gestión los funcionarios
no cuentan con programas a largo plazo derivados de verdaderos planes de
ordenamiento, si no que operan a partir de los compromisos con los contratistas
que financian las candidaturas de alcaldes y concejales. Tampoco suelen contar
con la preparación y experiencia adecuada y poco recurren al conocimiento de
académicos reconocidos por su producción intelectual publicada, los que en
general prefiere quedarse en su cómoda “torre de marfil”.
En la política lo general, que
es justamente lo que aglutina un partido tradicional, es que se ha mantenido el
viejo clientelismo, el que ahora, con la inútil prohibición de las drogas,
derivó en un comportamiento mafioso, ese sí lamentablemente generalizado. En
conclusión, la única salida es el voto en blanco, el que aunque pierda,
aglutina la inconformidad general, compromete la financiación de la política
como un negocio y deja cuestionados a los que ganen, mejorando su gestión.
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