Hacer bien las cuentas en Cali debería implicar multiplicar en vez
de apenas sumar, y además mal. Es decir, hay que pensar en soluciones
radicales, integradas y globales que sean parte de un plan vial y de usos del
suelo, alturas, aislamientos y densidades, que es lo que tiene que ver con las
ciudades, pues el resto de las normas de construcción tiene que ver es apenas
con los edificios. Sin embargo hay algunas medidas que se podrían emprender ya
pues ineludiblemente serían parte de ese plan.
Por ejemplo, los giros a la izquierda demoran en los semáforos el
tránsito, y sería mejor hacer “orejas” sobre las manzanas adyacentes retornos,
en donde se pueda. Y ya es posible poner semáforos sincronizados que generen
olas verdes, lo que sería mas económico que los “hundimientos” en la Calles 13 y 16 con Carrera 100, por
supuesto mejor que puentes, de los que se ya se
comenzó a hablar de nuevo, pero que se podrían hacer después, ya con un POT de
verdad, pues al contrario de los semáforos no se pueden cambiar ni reubicar.
Es en el empate del callejón de las Chuchas con la carretera a
Jamundí en donde sí que habría que construir ya un cruce a dos niveles,
previendo desde luego su prolongación hacia el Oriente; y hacerlo por etapas si
es del caso, es decir comenzando por los tramos rectos diagonales para los
giros a la derecha, y primero por el de norte a occidente. Por allí,
completando las dos calzadas, se llegaría derecho al Colegio Bolívar, a las
universidades de San Buenaventura y Javeriana y al ICESI.
Pero por supuesto hay que mejorar el transporte colectivo, mas
esto pasa por mejorar primero la infraestructura vial por la que se mueven los
buses (cuyo eje central debería ser el corredor férreo) ya que no hay que
olvidar que, como señala Manuel Herce (El
negocio del territorio, 2013), las infraestructuras definen el modelo de
las ciudades, y desde luego aumentar la frecuencia con que los buses cubren las
diferentes rutas, no apenas la cantidad de pasajeros que lleven.
Y, pasando a otro aspecto, las calles se inundan, interrumpiendo
el tránsito, no por las bienvenidas lluvias sino porque no cuentan con desagües
suficientes para cuando el caudal aumenta mucho y muy rápido. Sin embargo la
solución no es aumentar el alcantarillado sino detener las avenidas en todos
los afluentes del río Cauca con reservorios en cada uno en la parte baja de la
cordillera, los que, hay que repetirlo, serian parques y pequeños acueductos y
hasta podrían generar energía.
Las normas para las ciudades y la Policía para controlarlas además
de vigilar a los ciudadanos, y palabra que tiene el mismo origen de
“polis”, ya existían desde el Imperio
Romano (Herce, pp. 24 y 25), pero en Cali además de la precariedad de su POT y
de las distintas normas que de él supuestamente se derivan, no hay una
autoridad que vigile su cumplimento y mucho menos la Policía Nacional, mientras
que la Policía Municipal, usual en muchas partes, ni siquiera existe.
Como
dice Herce (p. 34):”La historia es una fuente ineludible de conocimiento, y de
ella cabe extraer el referente a la manera como la construcción de
infraestructuras ha afectado a la organización, física y social, de la ciudad y
del territorio”. Y la de Cali es muy reciente y comienza cuando es escogida en
1910 como la nueva capital del nuevo Departamento del Valle del Cauca, hace
poco más de 100 años, y se olvidó que primero está su comarca: el valle del río
Cauca, y dentro de él su área metropolitana.
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