Para mejorar la
base económica de una ciudad es necesario primero que los asuntos de permisos y
normas con el gobierno municipal sean
ágiles, claros y sobre todo pertinentes
y definitivos. Que los ciudadanos sepan a qué atenerse. Que no lleven por su
demora y laxitud a la trampa ni al mercado negro o la economía informal. Ni por
su imprecisión a la corrupción por ejemplo en las curadurías urbanas, o en las
elecciones fraudulentas, como lo estamos viviendo en estos días, en las que nos
tendríamos que preocupar no es por los candidatos (ninguno con experiencia y conocimientos sobre las
ciudades), sino por los intereses de los que financian sus candidaturas,
organizadas muchas incluso desde la
cárcel. Así no es posible que tengamos después buenas gestiones administrativas
en nuestras ciudades.
Pero lamentablemente el “papeleo” es entre
nosotros un asunto cultural, y es más importante que la realidad; adoramos el
“inciso” para explicar lo que dejamos mal o incompletamente “explicado” y en
consecuencia la trampa también, “hecha la ley hecha la trampa” decimos desde
siempre con picardía. Pedir permiso en Colombia es correr el riesgo de que
contesten de inmediato que “no” y la seguridad de que haya que presentar los
“papeles” del caso. Nuestras “Administraciones Municipales” administran mal y
nuestros “Municipios” ya no son lo que deberían ser en términos de
ciudad-región. Porque una buena administración pública depende no sólo de cómo
se administra, sino también de qué es lo que se administra y hasta cuándo y
hasta donde. Si no administramos la región no se puede administrar bien la
ciudad.
El culto a la burocracia lo heredamos
del Imperio Español que por la distancia y el tiempo no le quedaba más remedio
que recurrir al papeleo para tratar de gobernar sus enormes y despobladas
provincias de ultramar, en las que la “presencia” del Estado sigue siendo casi
siempre lejana o arbitraria, como lo vivimos desde la Independencia, y ahora
hasta en el centro mismo de las ciudades, cuyo desorden administrativo es total.
Con frecuencia no hacemos leyes y normas “cumplibles” o las llenamos de
“excepciones” y cuando son posibles y no apenas necesarias no nos preocupamos
de que se conozcan con suficiente anterioridad, ni de vigilar que se cumplan después
hasta que pasen a ser parte de un comportamiento urbano, lo que difícilmente se
logra en nuestras ciudades pues permanentemente se cambian sus reglas de juego
dependiendo de intereses puramente comerciales.
Para comenzar, es inaudito que la
mayoría de los colombianos hayamos sido obligados a gestionar varios documentos
de identidad en los últimos años, al tiempo que los “pases” para conducir vehículos
tengan fecha de vencimiento pero sean “indefinidos”. Que no tengamos el mismo
número para la cédula de ciudadanía, el pase, la libreta militar y el celular. Número
que debería estar basado en la hora y fecha de nacimiento. Solo se
preciarían dos dígitos para el orden de nacimiento, dos para la hora, dos para el día, dos para el
mes y dos para el año. Y por supuesto todos los papeles mencionados podían
estar en un solo con un código de barras con toda la información pertinente,
como tipo de sangre y demás. Pero no, nos fascinan los papeles y entre más se
pidan creemos que es mejor.
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