Lograr un buen
Alcalde y un buen Concejo depende en primera instancia de los ciudadanos que
los elijen. Pedir que los candidatos sean honrados no vasta, deben serlo
también los electores mismos para poder exigirlo luego. Y de nada sirve pedir
que sean ejecutivos, si los votantes no están mínimamente informados para poder
dilucidar si sus candidatos ganadores dieron la talla y pueden volver a votar
por ellos. El problema pues, no es de malos candidatos sino de malos electores,
que por ingenuidad, resquemores, complejos o creyéndose muy vivos se dejan
embaucar con promesas que no solo no se cumplirán, si no que con frecuencia es
mejor que así sea. ¿En donde estaríamos
si se hubieran materializado todas las estupideces que suelen proponer los candidatos
con la tranquilidad de que saben que no van a cumplir?
En
últimas los funcionarios públicos son buenos en la medida en que mejoren la calidad
de vida de los ciudadanos, para lo cual precisan de un verdadero plan integral
que por supuesto exige un mínimo conocimiento geográfico e histórico de las
ciudades y sus habitantes. No vasta preguntarles demagógicamente cual es la
ciudad que quisieran para recibir respuestas inmediatistas o inducidas por las
noticias sin explicar de unos medios que deberían ser de comunicación social. Y
un plan no pude ser para cuatro años ni se puede improvisar antes de unas
elecciones. Tiene que recoger trabajos y personas que han meditado al respecto
antes, y los alcaldes tienen que ser reelegibles para periodos inmediatos, como
lo son actualmente los concejales, y ser parte de un equipo, de un verdadero
partido político.
Para
principiar, una buena administración pública debe velar por que los servicios
de agua, alcantarillado, basuras, energía, comunicaciones, gestión pública,
policía y transporte colectivo sean eficientes y económicos, para lo cual es
importante que se ocupe de que sean adecuadamente usados, y de controlar que no
se den abusos ni desperdicios. También debe propiciar que los ciudadanos puedan
habitar, movilizarse, trabajar, comerciar, estudiar, recrearse y hacer deporte con
seguridad, eficiencia y placer, lo que implica que el diseño de la ciudad debe
ser adecuado a su clima, paisajes y tradiciones urbano arquitectónicas, y que
los ciudadanos sepan como vivir bien en ella, considerando que son gentes con
diferencias culturales, sociales y económicas, y que muchos han llegado
recientemente de otras partes.
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