Nuestros modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo
artístico, científico e industrial, que es como el DRAE define cultura, son
producto inicialmente de una religión, una lengua y unas ciudades y arquitectura
traídas a América desde de la Península Ibérica por los conquistadores, muchos
de ellos de Andalucía y Extremadura. Y de ahí su impronta mudéjar, estilo que
floreció en España desde el siglo XIII hasta el XVI,
caracterizado por la conservación de elementos del arte cristiano y el empleo
de la ornamentación árabe. O se a que nuestra arquitectura colonial
deriva de la hispano musulmana, tanto la culta como, principalmente, la
popular, del Califato de Córdoba.
Aquí,
esas soluciones urbanas y arquitectónicas
pronto se adecuaron a sus nuevas circunstancias de clima y paisajes, con
comprobable éxito, generando nuevas tradiciones que se sumaron a las españolas,
las que se fueron transformado incluso después de la Independencia, pese a su
esfuerzo de mirar mas hacia la Francia de la Gran Revolución. Sin embargo todavía
decimos “ojala” en lugar de “como Dios quiera”, comemos “manjar blanco” siendo
manjar (dulce) una palabra de origen árabe, como también “azúcar”. Y nuestro
edificio mas bello e interesante es sin duda la Torre Mudéjar, y La Merced y la
Capilla de San Antonio igualmente de influencia mudéjar.
Pero para
los Juegos Panamericanos de 1971, en Cali insistimos fue en terminar de acabar
con su herencia colonial, llevados por nuestra dependencia cultural de Estados
Unidos, la que se incrementó fatalmente después de la Segunda Guerra Mundial,
al punto de que la ciudad “hermana” de Cali es Miami, de donde tomamos,
masivamente, muchos conceptos y soluciones urbanas y arquitectónicas, que
identificamos ingenuamente con la modernidad. Estas se sumaron a las primeras
modernizaciones de principios del siglo XX, pero no las reinterpretamos ni adecuamos,
sino que simplemente las copiamos y casi siempre mal.
Sin
embargo, el urbanismo y la arquitectura coloniales siguen siendo el mejor
ejemplo de lo que deberíamos buscar en términos de confort habitacional y
sostenibilidad, pues se adecúan mucho mejor a nuestro clima, paisajes y
tradiciones. Pero por supuesto, hay que adaptarlos y modernizarlos, de manera
similar a lo que se está haciendo en Masdar, en Abu Dabi, ciudad en construcción que es todo un retorno a la vieja
pero eficaz ciudad islámica, compacta, baja, y de patios y calles estrechas y
sombreadas, tal como eran las nuestras, y que aun podemos constatar en
Cartagena, Mompóx, Santa fe de Antioquia, Barichara, Villa de Leyva, Girón o
Popayán.
Pero
no se trata de imitar sus imágenes, tergiversándolas por lo demás, sino de perfeccionar sus soluciones de frente
a climas y paisajes tan diferentes al norteamericano, potenciando una nueva
versión de una vieja tradición. De ahí que deberíamos retornar las viviendas
abiertas a sus propios patios mas que al exterior, a las paredes con suficiente
aislamiento térmico y acústico, y a los corredores y galerías mas que a los
ventanales. El problema por supuesto es lograrlo en los edificios de
apartamentos, mas hay ejemplos que son los que deberíamos seguir, y no limitarnos
a copiarlos de países con otros climas, paisajes y modos de vida.
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