Los gases de efecto invernadero causan el calentamiento global,
que ya es una amenaza. Las fábricas, comercios, oficinas y viviendas, consumen
mucha energía, la mayoría de ella producida en muchas partes con carbón o
petróleo, recursos no renovables, que producen CO2, y que hay que transportar
de lejos produciendo más CO2. Energía que
se usa para mover, calentar, enfriar, ventilar, iluminar o circular en
edificios que están en ciudades que dependen muchas de ellas de los automóviles
que producen más CO2. Además, los edificios mismos almacenan calor y producen
basuras y aguas negras. Y cada vez hay más pues cada vez hay más gente.
Pero mientras que mucho se ha avanzado en los países desarrollados
en la climatización pasiva de los edificios y en que no contaminen, entre
nosotros, y pese a nuestros climas benignos o quizás por eso mismo, poco nos
hemos ocupado en disminuir su consumo de energía, o nos limitamos a copiar soluciones
para otros climas o apenas sus imágenes. Además, debido a nuestra dependencia
cultural, abandonamos eficientes
soluciones de nuestro pasado colonial. Pasamos por alto que nuestros países
casi no tienen estaciones y que son de cambios climáticos diarios y que
obedecen más a la altura sobre el nivel del mar que a la latitud.
No vemos que en los climas cálidos o templados y con frecuencia
húmedos de la mayoría de nuestras ciudades el asunto es sencillamente cómo controlar
el sol, la luz, el viento y la lluvia.
Que no basta con orientar bien los edificios o que los cerramientos
dejen el calor afuera y el frío adentro, o lo contrario, sino que hay que
considerar también que sus cubiertas recogen casi el 50% de la radiación solar
y casi el 100% de las lluvias que los afectan.
Y sobre todo que hay que ocuparse de puertas y ventanas, por donde pasa
el viento….pero también, polvo, plagas y ladrones y nos espían los vecinos que
entre nosotros suelen ser mirones y sobre todo ruidosos.
De ahí la importancia de nuestros antiquísimos patios que dejan
afuera vecinos, ladrones, ruidos y hasta el polvo, y ya sabemos que las
cubiertas y cerramientos hay que hacerlos claros y con suficiente inercia
térmica y acústica, para que sean económicos y más aislantes; es decir con
adobes y tejas que por supuesto hay que modernizar. Que, como antes, las
ventanas y puertas tienen que estar retrocedidas o con su propio tejadillo y
con rejas tupidas o persianas, y que precisan anjeos para impedir las plagas, y
que también disminuyen el polvo y opacan miradas, y con varios postigos para
regular a voluntad el paso del aire y la luz, y disminuir el ruido.
Debemos hacer edificios adaptables y remodelables, con materiales
reciclados y reciclables, con patios en altura o al menos amplios balcones,
para nuestros climas, paisajes y circunstancias, y ciudades más densas y menos
extendidas. Pero hay que hacerlo junto con ingenieros y diseñadores
industriales recuperando para la arquitectura una experticia que hace rato perdió
entre nosotros. Todo un reto más emocionante, creativo y original que calcar
irresponsable y frívolamente imágenes de las revistas de decoración, que es lo
que se está enseñando, haciendo y premiando, y que desde luego nos incumbe a
todos los ciudadanos y no apenas a los arquitectos.
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