Las calles son consustanciales de las ciudades y base de la vida
urbana, pero los coches y después los automotores hicieron necesario
diferenciarlas en calzadas y andenes, mas nunca han perdido su inicial carácter
peatonal. Son el espacio público más importante de cualquier ciudad, pero en
las nuestras las autoridades municipales poco se ocupan de ellas y los
peatones, obsesionadas con los carros, las autopistas, los puentes, los recursos
que suministra los cobros por valorización (aquí no interesa la valorización),
la contratación, el clientelismo y los serruchos.
Pero a menos de que tengan muchos peatones, y a lo largo de todo
el día, un mínimo de tráfico vehicular es necesario para su animación,
seguridad y función de parada de taxis, entrega de suministros y vía para la
policía, ambulancias y bomberos. En muchos casos basta con ampliar sus andenes
dejando solo dos carriles para los carros, el de la derecha más ancha para que
cuando paren no tranquen a los de atrás, y con árboles y algunos bolardos, apenas
los necesarios (aquí los ponemos de adorno), para que no sean invadidos por los
carros.
En París se han ampliado los andenes de los Campos Elíseos varias
veces, en Quito se crecieron mucho y de una vez los de la Avenida Amazonas, en
Caracas se ampliaron los de varias avenidas cuando se sacaron los buses con la
construcción de su Metro hace años, y en México existe el Paseo de la Reforma
desde el siglo XIX. Incluso por la Calle Central en Panamá, bastante más corta
y con muchos peatones, pasa algún tráfico, y en Manizales funciona muy bien su
vía central con un solo carril (aquí reducimos los andenes para ampliar la
calzadas).
Cuándo entenderemos lo conveniente de reducir las calzadas de las
calles de los centros de nuestras
ciudades y dar el área sobrante a los andenes. Dos carriles son suficientes
casi siempre, e incluso uno como en Cartagena, pero que sean continuos. En
Palmira quedó demostrado hace años que mejora la calidad de vida de los
ciudadanos. Se ensayó en un Diciembre con comprobado éxito, con bolardos
provisionales, pero el siguiente alcalde no continuo la medida, lo que se ha
convertido entre nosotros en la maldición de las ciudades.
Además, el transporte colectivo, en buses o trenes, se inicia y
termina en los andenes. Y cuando son amplios, llanos, continuos, sin barreras y
sencillos, como en la Gran Vía en Madrid o el Paseo de Gracia en Barcelona o el
Paseo de Colón en Sevilla o la Avenida del Márquez de Pombal en Lisboa, o la
Quinta Avenida en Manhattan, por supuesto, permiten que caminar por la ciudad
sea seguro y agradable, viendo edificios y vitrinas, lo que favorece el
comercio, amén de poder mirar bien, pero discretamente, a los demás.
Hay que
acostumbrar a la gente a caminar por los andenes –incluyendo alcaldes y
concejales- y cruzar las calles por las esquinas, por lo que es imprescindible
que los pasos pompeyanos estén en el eje de la circulación de los peatones. Y, no
basta prohibir a los conductores subir sus carros a los andenes, hay que
acostumbrarlos a que no lo hagan…a base de multas o, mejor, de inmovilizarles
sus carros. Y por supuesto hay que pensar en donde se van a estacionar los
carros antes de prohibir olímpicamente
hacerlo en las calles.
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