Gaspar Théodore Mollien ya pensaba en 1823 que los bogotanos “con
tal de que no les hagan pagar impuestos y les dejen criticar a su gusto, se
creen libres.” (Citado por P. Navas: Le
Tour du Monde, 2013, t.1, p.8), lo que ahora se puede decir de todos los
colombianos. Pero ¿es democrático que siempre los elegidos lo sean por menos
del 50% de los que pueden votar, y que despilfarren o roben el dinero de los
que sí pagan impuestos?
Con
su opinión y su (no) voto son los responsables de lo que pasa en el país, acostumbrados a que otros decidan por ellos evitándoles tener que
pensar. El hecho es que casi todos los
candidatos contaminan el espacio público de las ciudades con propagandas mentirosas.
En lugar de propuestas para mejorar la calidad de vida, son sólo un eslogan, la mayoría
de las veces ridículo y de mal gusto, que atraviesan en las calles no para que
se lea sino apenas para que se vea su “presencia”.
La mayoría ni siquiera ha
expresado tener conocimiento de los problemas medioambientales que afrontamos. Nada
sobre la eventual carencia de agua potable, nada sobre su despilfarro y el de
la energía eléctrica, ni sobre los problemas ecológicos al generarla, nada
sobre la movilidad urbana, y nada sobre la sobrepoblación y tamaño de las
ciudades. Tampoco les interesa su belleza -se ve en sus pasacalles- desconociendo
su importancia en la vida urbana. Su nivel académico es bajo, su experiencia administrativa mínima y
su cultura general muy limitada.
Si
en las próximas elecciones, esa
mayoría de ciudadanos que
tradicionalmente se abstiene, vota en blanco, y lo repite todas las veces que sea preciso, se podría eliminar a
la larga el exagerado número, ineficiencia, corrupción, y desvergonzados
sueldos, pensiones y demás prebendas de estos políticos que no proponen nada
serio y se roban el erario; e inclusive que desaparezca el sistema bicameral.
Hay
que votar a favor de programas y no contra personas, y no pensar apenas en presidentes,
gobernadores y alcaldes, porque los responsables del desorden del país y la
precariedad de sus ciudades son en mayor medida un Congreso, Asambleas y Concejos
que dan vergüenza, y unas Cortes contradictorias, para no hablar de los
problemas (verdaderos y falsos) de las Fuerzas Armadas. Si no hay por quien votar y con posibilidades
de ganar, mejor hacerlo en blanco que abstenerse pues es una
opción ética y no apenas política.
Hay
que poner una X en el sitio indicado en el tarjetón. Si la mayoría simple de los votos es en blanco, la votación deberá repetirse por una vez. En elecciones
unipersonales no podrán presentarse de nuevo los mismos candidatos, y en las de
corporaciones públicas no podrán hacerlo las listas que no hayan alcanzado el
umbral <www.registraduria.gov.co/-Voto-en-blanco-.html>. Encontrar nuevos candidatos y buenos
es difícil, pero por lo menos se
eliminan los oportunistas de última hora, pues no podrán recuperar su
“inversión”.
Votar
en Colombia es una de las pocas gestiones públicas fáciles, rápidas y seguras;
casi no hay tránsito, ni borrachos manejando y se puede estacionar cerca al
lugar de votación. Votar es un acto de cordura con uno mismo, si se considera
que los mismos con las mismas, elegidos por una minoría comprada con nuestro
dinero, nos afectarán negativamente a todos, incluyendo por supuesto a los que
se abstienen.
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